El refugio de amistad


Había una vez una niña llamada Alma, era morena y tenía unos ojos negros muy brillantes. Alma vivía en un pequeño pueblo rodeado de naturaleza y animales.

Su mayor compañera era su gata Erica, quien era rubia con ojos verdes y también muy grande. Alma y Erica eran inseparables. Juntas exploraban el bosque, jugaban en el jardín y se contaban secretos al oído.

Aunque Erica era tímida con los demás, con Alma se sentía segura y feliz. Un día, Alma decidió que quería hacer algo especial para Erica. Sabía que a su gatita le encantaba escalar árboles altos, pero siempre necesitaba ayuda para subir.

Así que Alma ideó un plan: construirían una casa en lo alto del árbol más grande del pueblo. Armada con tablas de madera y clavos, Alma comenzó a construir la casita mientras Erica la observaba desde abajo con curiosidad. "-¿Qué estás haciendo, Alma?", preguntó la gata.

"-Estoy construyendo una casa para ti en lo alto del árbol más grande", respondió emocionada la niña. Erica no podía creerlo. Nunca había tenido una casita propia antes.

Sin embargo, estaba preocupada por cómo llegarían hasta allá arriba debido a su tamaño tan grande. Pero Alma tenía un plan ingenioso. Crearía escalones utilizando las ramas más fuertes del árbol para que Erica pudiera subir sin problemas. Poco a poco fue colocando las tablas asegurándose de que fueran seguras.

Cuando terminaron la casa en el árbol, Alma y Erica subieron juntas para admirar su trabajo. La casita era perfecta, con ventanas que permitían ver todo el paisaje y una cómoda cama para Erica descansar.

Desde ese día, Alma y Erica pasaban horas en la casa del árbol. Juntas disfrutaban de las vistas, jugaban a las escondidas entre las ramas y se contaban cuentos antes de dormir. Pero un día, una fuerte tormenta azotó el pueblo.

Los vientos eran tan fuertes que los árboles se sacudían peligrosamente. Alma estaba preocupada por Erica, quien no podía bajar sola del árbol debido a su tamaño.

Sin pensarlo dos veces, Alma trepó rápidamente hasta la casa del árbol para ayudar a su amiga gatuna. "-No te preocupes, Erica. Yo te llevaré a un lugar seguro", dijo decidida la niña.

Con mucho cuidado y valentía, Alma cargó a Erica en sus brazos mientras luchaba contra el viento que intentaba derribarlos. Bajaron lentamente por los escalones improvisados hasta llegar al suelo sano y salvo. Aunque perdieron la casita en el árbol debido a la tormenta, Alma sabía que lo más importante era mantenerse seguras juntas.

A partir de ese día, construyeron una nueva casita en el patio trasero de su hogar donde podrían jugar sin preocupaciones.

Alma aprendió que no importaba cuánto tiempo hubieran pasado en la casa del árbol o cuán grande fuera Erica; lo más importante era cuidarse mutuamente y estar ahí siempre como verdaderas amigas. Y así, Alma y Erica continuaron viviendo aventuras juntas, explorando el mundo que los rodeaba y demostrando que la amistad no conoce barreras ni tamaños.

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