El Refugio de Doña Urraca


Doña Urraca, la valiente reina de un pequeño reino, paseaba por los pasillos de su imponente castillo. Con paso firme y mirada serena, recorría cada rincón disfrutando del silencio que reinaba en el lugar.

De repente, un ruido extraño rompió la tranquilidad. - ¿Qué será ese ruido? - se preguntó Doña Urraca con curiosidad, frunciendo levemente el ceño.

Decidida a descubrir el origen del misterioso sonido, la reina siguió el eco hasta llegar a una vieja puerta de roble que parecía sellada desde hacía años. Con determinación, empujó con fuerza y logró abrirla. Al otro lado de la puerta, se encontró con una habitación polvorienta y desordenada.

En el centro, había un viejo baúl cubierto por una tela raída. El ruido provenía del interior del baúl. Con cuidado, Doña Urraca levantó la tela y descubrió a un pequeño ratoncito atrapado entre los pliegues de un mantel antiguo.

- ¡Oh! Pobrecito ratoncito, ¿cómo has llegado hasta aquí? - exclamó la reina con ternura mientras liberaba al animalito. El ratoncito temblaba de miedo, pero al ver los ojos amables de Doña Urraca se calmó y comenzó a contarle su historia.

Resulta que había quedado atrapado en el baúl cuando jugaba cerca del castillo y nadie lo escuchaba cuando intentaba pedir ayuda. - No te preocupes, pequeño amigo. Estás a salvo ahora - dijo la reina acariciando suavemente al ratoncito.

Doña Urraca decidió llevar al ratoncito a vivir en el castillo para que nunca más se sintiera solo o abandonado. Juntos limpiaron y ordenaron la habitación olvidada y convirtieron ese lugar en un acogedor refugio para animales perdidos como él.

Con el tiempo, más animales se sumaron al refugio creado por Doña Urraca y el ratoncito. La noticia corrió por todo el reino y pronto niños y adultos llegaban al castillo para aprender sobre el amor hacia los animales y la importancia de cuidarlos.

Doña Urraca se convirtió en una inspiración para todos gracias a su bondad y compasión hacia las criaturas más indefensas.

Y desde aquel día, cada vez que alguien preguntaba por qué era tan especial aquella habitación del castillo, todos respondían con una sonrisa:- Esa es la sala donde Doña Urraca enseñó que no importa lo pequeños que seamos; siempre podemos hacer grandes cosas si tenemos un corazón noble lleno de amor.

Dirección del Cuentito copiada!