El refugio de las castañas



Había una vez una Castañera llamada Catalina, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de montañas.

Catalina amaba el otoño y todo lo que traía consigo: las hojas de colores, el fresco en el aire y, por supuesto, ¡las deliciosas castañas! Un día, mientras caminaba por la montaña reagarrando castañas, se encontró con un gigante amable llamado Gonzalo.

El Gigante del Castañar también era un gran fanático de las castañas y tenía los brazos tan fuertes que podía sacudir los árboles para hacer caer todas las castañas al suelo. Catalina y Gonzalo pasaron toda la tarde reagarrando castañas juntos. Se divirtieron tanto que decidieron llevar sus tesoros a la ciudad para compartirlos con todos.

Catalina tostó las castañas hasta que estuvieron crujientes y doradas, mientras Gonzalo hacía malabarismos con ellas para entretener a la gente. Con su gato Marrameu como compañero fiel, Catalina puso su puesto en la plaza principal de la ciudad.

El irresistible aroma otoñal llenó el aire y pronto los transeúntes comenzaron a acercarse curiosos. "¡Miren! ¡Deliciosas castañas tostadas!", anunciaba Catalina con alegría. La gente probaba las castañas y no podían resistirse a comprar más.

Pronto se formó una larga fila frente al puesto de Catalina. Los niños reían mientras mordisqueaban sus castañas calientes y los adultos disfrutaban del sabor dulce y ahumado. Pero entonces, algo inesperado sucedió.

Un viento fuerte comenzó a soplar y las hojas de los árboles volaron por todas partes. Los transeúntes se asustaron y comenzaron a correr para protegerse. Catalina y Gonzalo miraron preocupados mientras su puesto de castañas quedaba vacío.

"¡No te preocupes, Catalina!", dijo Gonzalo con una sonrisa reconfortante. "Vamos a solucionar esto". Juntos, Catalina, Gonzalo y Marrameu recogieron las hojas que habían volado en el viento y las usaron para construir un hermoso refugio alrededor del puesto de castañas.

Las hojas crujían bajo sus pies mientras trabajaban duro para hacerlo lo más rápido posible. Cuando terminaron, el refugio estaba tan acogedor como el abrazo cálido de la Castañera.

La gente empezó a volver poco a poco, cautivada por la belleza del refugio hecho de hojas otoñales. "¡Miren qué maravilla!", exclamó Catalina emocionada. Los transeúntes se sintieron atraídos por el aroma tentador de las castañas tostadas que aún flotaba en el aire y pronto llenaron nuevamente la plaza principal.

Todos disfrutaban de la comida caliente mientras se sentaban cómodamente dentro del refugio improvisado. Catalina, Gonzalo y Marrameu estaban felices al ver cómo su esfuerzo había valido la pena.

Aprendieron que trabajar juntos y ser creativos podía solucionar cualquier problema que se interpusiera en su camino. Desde ese día, la Castañera y el Gigante del Castañar se convirtieron en los mejores amigos. Cada otoño, continuaron reagarrando castañas juntos y compartiéndolas con la gente de su pueblo.

Y cada vez que el viento soplaba fuerte, construían un hermoso refugio para proteger a todos. Y así fue como Catalina, Gonzalo y Marrameu enseñaron al pueblo que trabajar en equipo y ser creativos podía convertir cualquier obstáculo en una oportunidad para crecer juntos. Fin.

FIN.

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