El refugio de Lola


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Mascota, una niña llamada Lola que amaba a los animales más que a nada en el mundo.

Desde que era muy pequeña, encontraba animales abandonados en las calles y los llevaba a su casa para cuidarlos y darles amor. Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, Lola vio a un perro callejero muy triste y desnutrido.

Sin dudarlo, se acercó lentamente hacia él y le ofreció algo de comida. El perro, al principio desconfiado, finalmente aceptó la comida y dejó que Lola lo acariciara. "Tranquilo amigo, no te haré daño. ¿Quieres venir conmigo?", le susurró Lola al oído al perro.

El perro movió la cola emocionado y siguió a Lola hasta su casa. Allí le dio un buen baño, comida caliente y una cama cómoda donde dormir.

El perro, al que decidió llamar Pelusa por su pelaje blanco como la nieve, comenzó a ganar peso y recuperar su alegría gracias al amor incondicional de Lola. Días después, mientras caminaban por el bosque cercano al pueblo, escucharon unos maullidos provenientes de un árbol.

Al mirar hacia arriba vieron a un gatito atrapado en una rama alta y sin poder bajar. "¡Pobrecito! Vamos a ayudarte", exclamó Lola con determinación. Con la ayuda de Pelusa, lograron rescatar al gatito y lo llevaron también a casa.

El gatito recibió el nombre de Manchitas por las pecas negras en su hocico blanco como la leche. Pronto se convirtió en inseparable compañero de juegos de Pelusa.

La fama de Lola como rescatista de animales se extendió por todo el pueblo y cada vez más personas acudían a ella en busca de ayuda para animales abandonados. Con esfuerzo y dedicación, Lola logró convertir su hogar en un refugio temporal para todos aquellos animales necesitados.

Sin embargo, un día llegó una noticia triste: el dueño del terreno donde vivía Lola decidió venderlo para construir un edificio nuevo. Esto significaba que debían encontrar nuevos hogares para todos los animales antes de que llegara la fecha límite.

Lola estaba desesperada pensando qué hacer cuando recordó algo importante: había un concurso nacional buscando al "Rescatador Animal del Año". Sin dudarlo un segundo más, escribió una carta contando su historia junto con fotos de todos los animales rescatados.

Para sorpresa de todos, Lola resultó ganadora del concurso gracias a su valentía e increíble amor por los animales. Como premio recibió una gran suma de dinero que utilizó para comprar un terreno aún más grande donde construyeron juntos un refugio permanente para animales abandonados.

Desde entonces, Villa Mascota se convirtió en un ejemplo de amor y solidaridad hacia los animales gracias al increíble espíritu altruista de una niña llamada Lola quien demostró que con amor y determinación se pueden lograr grandes cosas.

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