El refugio de los gatos amables
Manchita era una perrita muy activa y juguetona. Le encantaba correr por el jardín, saltar obstáculos y jugar con su hermana Luna y su mamá Negrita.
Pero a pesar de ser tan traviesa, Manchita también era muy inteligente y siempre estaba buscando nuevas aventuras. Un día, mientras exploraba el patio trasero de su casa, Manchita encontró un agujero en la cerca que rodeaba la propiedad.
Sin pensarlo dos veces, se escapó al otro lado para ver qué había allí. -¡Hey, espera! -gritó Luna detrás de ella- ¿A dónde vas? Pero Manchita ya estaba demasiado lejos como para escucharla. A medida que avanzaba por las calles del barrio, se dio cuenta de que estaba perdida.
No sabía cómo volver a casa. Mientras caminaba sin rumbo fijo, se topó con otros perros callejeros que no eran tan amigables como sus amigos en casa. Se asustó mucho cuando comenzaron a ladrarle y perseguirla.
Fue entonces cuando recordó las enseñanzas de su mamá sobre cómo mantenerse segura en situaciones peligrosas. Recordó cómo Negrita le había enseñado a identificar los lugares seguros donde podía esconderse si algo malo pasaba.
Con determinación en su corazón y valentía en sus patitas, Manchita corrió hacia un callejón cercano donde sabía que podría encontrar refugio seguro hasta encontrar ayuda para regresar a casa. Allí encontró un grupo amable de gatos callejeros que le dieron agua y comida mientras esperaban junto a ella.
Finalmente, después de un largo rato, uno de los humanos del barrio la encontró y la llevó de vuelta a casa.
A partir de ese día, Manchita aprendió que nunca debía alejarse demasiado de su hogar sin sus amigos y familiares. Aprendió que siempre debía estar atenta a los peligros que pudieran acecharla en su camino. Pero sobre todo, aprendió que podía ser valiente y enfrentar cualquier desafío si confiaba en sí misma.
Y así, gracias a su astucia y coraje, Manchita se convirtió en una perrita aún más fuerte e inteligente. Y todos sus amigos felinos del callejón se convirtieron en sus aliados para siempre.