El refugio de Tomás



Había una vez un niño llamado Tomás, de 8 años, que vivía en un mundo completamente nuevo. Un día, una tormenta terrible azotó su pequeña aldea y destruyó por completo su casa y sus cultivos.

Tomás se encontraba solo, sin nadie a quien acudir en busca de ayuda. Tomás estaba asustado y triste por haber perdido todo lo que tenía, pero sabía que debía encontrar la manera de seguir adelante.

Decidió explorar el nuevo mundo en el que se encontraba para buscar refugio y comida. Caminando por el bosque cercano, Tomás descubrió una cueva escondida entre los árboles. Aunque era oscuro y misterioso allí dentro, decidió adentrarse en ella para hacerla su nuevo hogar temporal.

Con ingenio e imaginación, Tomás comenzó a construir muebles improvisados con ramas y hojas secas para hacer la cueva más cómoda. También aprendió a encender fuego utilizando piedras y palos para mantenerse caliente durante las noches frías.

Sin embargo, la búsqueda de alimentos resultó ser un desafío aún mayor. No había tiendas ni mercados en este nuevo mundo desconocido. Pero Tomás recordó cómo su abuela solía cultivar vegetales en su jardín trasero.

Decidido a tener algo similar nuevamente, Tomás comenzó a recolectar semillas silvestres y plantas comestibles del bosque. Con paciencia y perseverancia, logró crear un pequeño huerto cerca de su nueva casa-cueva.

Los días pasaban lentamente mientras Tomás trabajaba duro para cuidar sus cultivos y recolectar alimentos. Aprendió a distinguir las plantas venenosas de las comestibles y descubrió que algunas bayas eran dulces, mientras que otras eran amargas. Un día, mientras estaba en su huerto, Tomás escuchó un ruido extraño proveniente del bosque cercano.

Siguió el sonido y se encontró con una ardilla atrapada en una red abandonada. Sin dudarlo, Tomás liberó al pequeño animal y lo vio correr felizmente hacia los árboles.

A partir de ese momento, la vida de Tomás dio un giro inesperado. Los animales del bosque comenzaron a visitar su huerto y ayudarlo a cuidar sus cultivos. Las aves ahuyentaban a los insectos dañinos y los conejos protegían las plantas más jóvenes.

Tomás se dio cuenta de que no estaba solo en este nuevo mundo; había encontrado una nueva familia en los animales que lo rodeaban. Comenzó a valorar aún más lo que tenía: la naturaleza generosa, su ingenio y su capacidad para adaptarse.

Con el tiempo, Tomás logró recolectar suficiente comida para alimentarse él mismo e incluso tuvo excedentes para compartir con otros habitantes de la aldea cercana que también habían perdido todo durante la tormenta.

La historia de Tomás se convirtió en una inspiración para todos aquellos que habían perdido la esperanza después del desastre natural. Aprendieron a valorar lo poco que tenían y descubrieron cómo trabajar juntos para reconstruir sus hogares y comunidades.

Y así, gracias al ingenio y valentía de un niño llamado Tomás, esta nueva aldea se convirtió en un lugar próspero y lleno de vida, donde la solidaridad y el amor por la naturaleza eran los pilares fundamentales. Fin.

FIN.

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