El Refugio del Bosque



Había una vez un bosque lleno de árboles altos y verdes, donde vivían muchos animalitos. Entre ellos, había una conejita llamada Lila que soñaba con tener su propio hogar. A Lila le encantaba saltar entre las flores y jugar con sus amigos, pero había un problema: no tenía un lugar al que llamar hogar.

Un día, mientras paseaba, Lila se encontró con su amigo, el zorro Zaco.

"Hola, Lila. ¿Por qué estás tan triste?" - le preguntó Zaco, con su cola moviéndose de un lado a otro.

"Es que quiero un hogar, un lugar donde vivir y estar segura. Pero no tengo dinero para construir uno" - respondió Lila, frunciendo el hocico.

Zaco pensó un momento y luego dijo:

"Yo sé de un lugar, pero hay un problema. Se ha convertido en un refugio para muchos animales que también están buscando casa."

"¿Un refugio? Eso suena interesante, pero, ¿y si no hay espacio para mí?" - dijo Lila, un poco preocupada.

Los dos amigos decidieron ir a ver el refugio. Al llegar, se encontraron con una gran cueva en la que vivían muchos animales:

"¡Hola!" - gritaron los animales al ver a Lila y Zaco.

"¿Querés quedarte aquí, Lila?" - preguntó una ardillita llamada Chispa.

Lila se sintió emocionada al escuchar eso, pero de pronto se dio cuenta de que había animales muy grandes que también necesitaban su propio espacio. Ella, al ser tan pequeña, sintió que una cueva repleta de animales no sería el lugar ideal.

"Gracias, pero no sé si aquí hay suficiente lugar para todos," - respondió Lila.

"Podemos compartir," - insistió Chispa.

"No sé cómo, los espacios son complicados," - se preocupó Lila al pensar qué pasaría si se quedaba ahí.

El tiempo pasó y Lila decidió volver a su parte del bosque. Allí, se encontró con el viejo búho Don Sabio, que siempre tenía buenas historias para contar.

"¡Don Sabio!" - dijo Lila, "quiero tener mi propio hogar, pero no sé cómo lograrlo."

"Tener un hogar no solo es un techo, pequeña. Es sentirse segura y querida. Debes buscar un lugar que te haga sentir así," - le respondió el búho, moviendo sus alas.

Lila se sintió confundida. ¿Y si nunca encontraba ese lugar tan especial?"A veces, los hogares no son fáciles de conseguir. Pero no te rindas," - añadió el búho con una sonrisa.

Con el corazón lleno de dudas, Lila pensó que quizás tenía que hacer algo diferente. Junto a Zaco, comenzaron a preguntarle a otros amigos si conocían algún lugar disponible. Pero cada vez que preguntaban, se llevaban una decepción. Las casas eran muy caras o ya estaban ocupadas.

Un día, durante una de sus búsquedas, encontraron una pequeña casa de troncos en medio del bosque. Estaba casi cubierta de hojas y se veía muy sola. Sin pensar, Lila se acercó y tocó la puerta.

"¿Hola?" - llamó con timidez.

De la casa salió una tortuga llamada Tula, que parecía muy cansada.

"La casa está vacía desde que me mudé, no hay nadie que la cuide. Si deseas, puedes quedarte" - dijo la tortuga.

"¡Qué bien! Pero... ¿cómo pagaré por eso?" - se preocupó Lila.

"No te preocupes, niña. Este lugar es de todos los animales del bosque, y tú eres bienvenida aquí" - sonrió Tula.

Lila sintió que finalmente había encontrado un rincón donde sentirse segura, pero solo si todos ayudaban a cuidarlo. Así que, con Zaco, Chispa y otros amigos, comenzaron a juntar hojas, ramitas y flores para darle vida a la casa. Se encontraron compartiendo risas y también preocupaciones por el futuro del refugio, donde todos tenían un lugar, pero no sabían qué pasaría si más animales querían mudarse.

Después de días de trabajo en equipo, la casa cobró vida y ahora era un verdadero hogar. Aunque Lila sabía que no era un hogar común, en su corazón sentía que había encontrado algo especial. A pesar de los problemas que existían en el bosque, ella y sus amigos tenían un lugar para estar.

El tiempo pasó, y otros animales continuaron llegando al bosque. Lila y sus amigos se enfrentaron a otros desafíos, pero siempre recordaron la importancia de ayudar y cuidarse unos a otros. Aunque el acceso a una vivienda era un problema, el apoyo que se brindaban entre ellos hacía que cada día se sintiera un poco más como hogar.

Y así, Lila aprendió que, aunque las cosas no siempre fueran fáciles, la amistad y la solidaridad podían transformar cualquier lugar en un verdadero refugio, lleno de alegría y compañerismo.

FIN.

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