El regalo de amor divino
Había una vez en un pequeño pueblo llamado San Pedro, una familia muy humilde compuesta por Lili, Ambar y Yalu. Ellos vivían en una pequeña casa de madera cerca del río.
Un día, mientras paseaban por el bosque, encontraron a un bebé recién nacido en un pesebre abandonado. Al principio se asustaron, pero luego se dieron cuenta que era un regalo de Dios y decidieron cuidarlo como si fuera su propio hijo.
Lo llamaron Bauti y lo criaron con todo el amor y cariño que tenían en sus corazones. Él creció feliz rodeado del amor de su familia adoptiva. Un día, cuando Bauti ya tenía 10 años, llegó a la aldea un hombre sabio llamado Jesús.
Él enseñaba sobre el amor y el perdón de Dios para todos los seres humanos sin importar su origen o condición social.
Lili, Ambar y Yalu escuchaban atentamente las palabras de Jesús y comenzaron a ponerlas en práctica en su vida diaria. También le llevaron a Jesús a conocer a Bauti. Jesús se conmovió profundamente al ver cómo la familia había recibido al niño abandonado con tanto amor y dedicación.
Desde entonces visitaba regularmente la casa de Lili, Ambar y Yalu para compartir momentos juntos. Pero un día algo terrible ocurrió: unos ladrones entraron en la casa de Lili, Ambar y Yalu buscando dinero para robar. Los tres intentaron defenderse valientemente pero fueron heridos gravemente.
Cuando llegó Jesús al lugar del incidente vio la situación desesperada e inmediatamente decidió ayudar. Con un gran poder sobrenatural curó las heridas de los tres y les dio una nueva oportunidad de vida.
Desde ese día, Lili, Ambar y Yalu se dieron cuenta de que la salvación no sólo viene en forma de riquezas o bienes materiales, sino también a través del amor y la protección divina. Bauti creció rodeado del amor y el perdón que Jesús les había enseñado.
Siempre recordaba aquel día en que su familia fue sanada por el poder divino y agradecía cada día por tener una familia tan maravillosa.
La historia de Bauti es un ejemplo para todos nosotros sobre cómo el amor y la compasión pueden cambiar nuestras vidas para siempre. Y como Jesús nos enseña, debemos perdonar a aquellos que nos han dañado y aceptar el amor incondicional de Dios en nuestras vidas.
FIN.