El regalo de Grýla



Era una fría noche de víspera navideña en un pequeño pueblo de Islandia. La nieve cubría las calles y las luces de colores brillaban en las ventanas. Todos estaban emocionados esperando la llegada de la Navidad, excepto un pequeño grupo de niños que, a pesar de su entusiasmo, habían estado un poco traviesos durante el año. La leyenda del horrible personaje llamado Grýla siempre llenaba de miedo los corazones de los más pequeños, sobre todo en esta época del año.

Una niña llamada Sól estaba especialmente asustada. "¿Y si Grýla viene por nosotros? Echo de menos las noches en que no me preocupaba por eso" -, decía junto a sus amigos, mientras se abrazaban en la plaza del pueblo.

Pero Bjarni, su amigo más valiente, respondió: "No debemos tener miedo, Sól. ¡Si Grýla viene, nosotros le mostraremos cuán buenos podemos ser!" -los demás niños asintieron, sintiendo que sus corazones latían con un leve atisbo de valentía.

Mientras los niños discutían su plan, en la montaña, Grýla miraba hacia abajo. Tenía unas pezuñas largas y puntiagudas, y su cabello era tan enmarañado como el de un nido de pájaros. "Estos niños traviesos no saben lo que se les avecina", murmuró con una voz estruendosa y aterradora. Pero aunque su aspecto era aterrador, había algo en su corazón que anhelaba la amabilidad.

Esa noche, los niños decidieron hacer algo especial. "Vamos a hacer una gran cena y dejarle un espacio en la mesa a Grýla. Si ella come algo delicioso, tal vez no querrá llevarse a los niños traviesos." -sugirió Sól con una chispa de valentía en sus ojos.

Los niños se pusieron a trabajar, cocinando un guisado de verduras, el mejor que sabían hacer. Lo sazonaron con hierbas y, al final, decoraron la mesa con bellas flores de papel.

Cuando Grýla finalmente bajó de la montaña, olfateó el aire y sintió el delicioso aroma del guisado. "¿Qué es esto?" -preguntó, sorprendida y un poco curiosa. Se acercó sigilosamente y vio a los niños con sus caritas llenas de esperanza. Al ver la cena preparada, su corazón comenzó a ablandarse.

"No me esperaban, ¿verdad?" -dijo Grýla, esta vez no con voz aterradora, sino con un tono algo tímido. Los niños, asustados, se miraron entre ellos, pero Bjarni, quien había decidido ser el héroe de la noche, le respondió: "¡Claro que te esperábamos! Hemos preparado esto para ti porque creemos que todos merecemos una segunda oportunidad, incluso tú."

Grýla se quedó atónita. Nunca nadie había sido tan amable con ella. "Pero... no soy buena. Vengo a cazar a los niños malos", dijo, con una lágrima rodando por su mejilla.

"Tal vez puedas cambiarnos la forma en la que ves las cosas", le dijo Sól. "Si nos muestras un poco de bondad, nosotros también te mostraremos lo hermosa que puede ser la amistad."

Grýla miró a los niños y por primera vez sintió calidez en su corazón. Se sentó a la mesa y empezó a probar el guisado. "Esto es... ¡delicioso!"

La noche avanzó, los niños y Grýla compartieron historias y risas. Grýla nunca se había sentido tan feliz. Al final, cuando la luna brillaba en el cielo, Grýla dijo: "Prometo no volver a asustar a los niños. De ahora en adelante, me gustaría ser su amiga."

Los rostros de los niños se iluminaron de alegría. "¡Eso es maravilloso!" -gritaron al unísono.

A partir de ese día, Grýla no fue más un símbolo de miedo en el pueblo. En cambio, se convirtió en la protectora de los niños traviesos, recordándoles ser buenos y amables. Y así, cada Navidad, los vecinos compartían la cena con ella, resaltando que la bondad podía transformar incluso al corazón más frío.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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