El regalo de Inti



Hace muchos siglos, cuando el mundo era joven, los hombres vivían en la ignorancia y el caos. Las casas eran desordenadas, las calles estaban llenas de escombros y la gente no sabía ni cómo cosechar sus propias comidas. Desde su brillante trono en el cielo, el dios Sol, conocido como Inti, observaba todo con tristeza y preocupación.

"¿Cómo puedo ayudar a estas personas a entender lo valioso que es cuidar de su hogar y de los demás?" - pensó Inti.

Un día, mientras pensaba en esto, decidió que era momento de actuar. Con un destello de luz, creó un pequeño rayo que descendió a la tierra como un rayo de oro.

El rayo llegó a un pequeño pueblo que nunca había visto la luz del orden. Cuando los habitantes sintieron su calor, salieron de sus casas y miraron hacia el cielo.

"¿Qué es esto?" - preguntó un niño llamado Kusi, que siempre había querido ver cosas extraordinarias.

Inti habló entre las nubes, haciendo que su voz resonara como el viento:

"Soy Inti, el dios Sol. He venido a traeros un regalo: el conocimiento sobre cómo vivir en armonía con la tierra y entre ustedes. También he dejado caer una semilla mágica que dará frutos si la cuidan y la siembran con amor."

Los habitantes del pueblo se miraron unos a otros, llenos de curiosidad.

"¿Una semilla mágica? ¿Qué debemos hacer?" - preguntó la anciana del pueblo, conocida como Mamá Tika.

"Debéis sembrarla en la tierra y regarla con el agua del río. Si lo hacen con amor, crecerá un árbol lleno de frutas que podrán compartir y comer, pero también os enseñará la importancia del orden y el cuidado" - respondió Inti.

Con esa instrucción, el pueblo se unió y plantó la semilla mágica. Días pasaron y, al principio, nada sucedió. Algunos se impacientaron.

"Tal vez no funcione..." - murmuró un joven llamado Lucho, con desánimo.

Pero Mamá Tika, que siempre creía en el poder de la naturaleza, les dijo:

"La paciencia es clave, queridos. Debemos cuidar de la semilla y confiar en Inti."

Así que regaron la semilla cada día, incluso cuando no veían resultados. Pronto, empezaron a notar algo especial: la tierra empezó a brillar y debajo de la tierra, la semilla comenzó a germinar.

Finalmente, un hermoso árbol creció y de sus ramas colgaban frutas brillantes.

"¡Miren!" - exclamó Kusi.

"¡El árbol ha crecido!"

Todos se acercaron al árbol con asombro y comenzaron a recoger las frutas. Se dieron cuenta de que al consumirlas, también recibían visiones de cómo cultivar, cuidar la tierra y vivir en paz. El árbol, además, les enseñó el valor de compartir.

"Nunca había probado algo tan rico..." - dijo Lucho mientras ofrecía una fruta a su vecino.

Poco a poco, el pueblo comenzó a transformarse. Antes estaban desordenados y en conflicto, pero ahora vivían en armonía, organizando su trabajo y ayudándose unos a otros. Cultivaban sus propios campos; construyeron un lugar para compartir historias y enseñar a los niños.

Inti los observaba con orgullo desde el cielo.

"Lo han logrado, pero aún hay más por aprender. Recordad siempre cuidar de la tierra, pues ella también os cuida a vosotros" - les dijo en un susurro.

Un día, mientras todos festejaban, el pueblo decidió hacer un gran festival en honor al árbol y a Inti. En la celebración, Mamá Tika tomó la palabra.

"Hoy celebramos no solo el árbol y la comida, sino el amor y el respeto que tenemos entre nosotros y hacia la tierra. ¡Gracias, Inti!"

Desde entonces, el pueblo prosperó y se volvió un ejemplo a seguir por otros lugares. Con el tiempo, otras comunidades comenzaron a visitarles, aprendiendo de su sabiduría.

"Siempre hay algo nuevo que aprender" - decía Kusi a los recién llegados.

"El conocimiento es un regalo que nunca se agota."

Y así, gracias al regalo de Inti, el pueblo floreció y el caos se convirtió en orden, todo gracias a una simple semilla y al amor compartido.

FIN.

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