El Regalo de la Amistad
Era una hermosa mañana de diciembre en el pequeño pueblo de Villa Esperanza. Todos se preparaban para la Navidad y en la plaza, el árbol ya estaba decorado con luces brillantes. Niños corrían y jugaban, pero entre ellos había un grupo especial que siempre se sentaba a un costado, observando desde lejos.
Eran los chicos del Taller de Inclusión, un lugar donde los niños con necesidades especiales aprendían a jugar y a compartir. Entre ellos estaba Lauti, un niño muy amable que soñaba con hacer grandes amigos.
"¿Por qué no juegan con nosotros?"- preguntó Clara, una niña con una gran sonrisa, mientras pasaba corriendo con sus amigos.
"Nos gusta observar. A veces es difícil jugar con otros"- respondió Lauti, un poquito triste.
A medida que pasaron los días, Lauti se dio cuenta de que la Navidad era una época mágica, pero también sentía que no estaba del todo incluido. Entonces, decidió que ese año él quería hacer algo especial para todos.
Apenas vio un cartel invitando a la comunidad a participar en un concurso de decoraciones navideñas, le brillaron los ojos. "¡Voy a hacer una decoración con los chicos del Taller!" pensó entusiasmado. Pero, había un problema. Nadie quería que el taller se presentara.
"¿Por qué no podemos participar?"- preguntó Lauti con una voz temblorosa.
"Porque no tenemos las mismas habilidades que los demás. Mejor observemos como siempre"- dijo Sofía, su amiga del taller.
Con el corazón herido, Lauti decidió que tenían que demostrar que podían ser parte de la magia navideña.
La tarde siguiente, se reunió con sus amigos en el Taller.
"¿Y si hacemos nuestra propia decoración?"- sugirió Lauti.
"¿Y cómo haremos eso?"- preguntó Maxi, un chico muy creativo con una gran imaginación.
"Podemos usar materiales reciclados, haremos un hermoso árbol de Navidad"- propuso Lauti.
La idea emocionó a todos, así que comenzaron a buscar cajas, papeles de colores viejos, y todo aquello que pudiera servir. Cada uno aportó lo que tuvo y, trabajando juntos, comenzaron a crear su árbol.
Mientras trabajaban, se dieron cuenta de que se complementaban muy bien.
"Mirá, Lauti, si pegamos esta estrella en la cima, ¡va a brillar como el sol!"- exclamó Sofía.
"¡Sí! Y podemos hacer adornos con nuestras manos"- agregó Maxi con entusiasmo.
Día a día, el árbol iba tomando forma y cada niño se sentía cada vez más feliz. Sin embargo, el día del concurso se acercaba y Lauti se empezó a sentir preocupado.
"¿Y si no les gusta a los demás?"- dijo en voz baja.
"Lo importante es que nosotros nos divirtamos haciendo esto"- respondió Sofía.
Finalmente, llegó el gran día y todos los vecinos fueron a ver las decoraciones. Al llegar a la plaza, Lauti y sus amigos se sintieron un poco nerviosos, pero decidieron presentar su creación con un gran grito.
"¡Sorpresa!"- gritaron juntos.
La gente se acercó, y cuando vieron su árbol decorado, los rostros de los adultos se iluminaron.
"¡Qué idea tan hermosa!"- dijo una mujer.
"¡Miren lo que han logrado!"- exclamó un hombre, maravillado.
Al instante, otros niños comenzaron a acercarse, y con curiosidad pusieron su atención en el árbol hecho a mano.
"¿Puedo tocar?"- preguntó Clara.
"¡Claro!"- respondió Lauti con una sonrisa.
Y así, los niños empezaron a jugar alrededor del árbol, a probar las decoraciones, y pronto todos se unieron.
Al final del evento, Lauti y sus amigos no solo ganaron el concurso, sino que también cosecharon nuevas amistades.
"No importa la forma en la que venimos al mundo, lo que importa es cómo compartimos el amor y la alegría"- dijo Lauti, feliz.
La Navidad de aquel año se convirtió en una celebración de inclusión y amistad.
Desde entonces, los chicos del Taller ya no solo miraban desde el costado, sino que abrazaron el espíritu navideño, llenando sus corazones de alegría y creando lazos que durarían para siempre.
Y así, Villa Esperanza aprendió que, aunque somos diferentes, todos tenemos un lugar en el corazón de los demás, sobre todo en Navidad.
FIN.