El regalo de la amistad



Era la víspera de Navidad en el pequeño pueblo de Cuentilandia. Los niños estaban emocionados, soñando con los regalos que encontrarían bajo el árbol. Entre ellos estaba Leo, un niño de diez años con un corazón tan grande como su sonrisa, siempre dispuesto a ayudar.

"¿Estás listo para mañana, Leo?" - preguntó su amiga Clara, mientras fabricaban adornos navideños en el taller de la escuela.

"¡Sí! No puedo esperar para abrir mis regalos" - respondió Leo con entusiasmo.

Esa tarde, mientras ayudaba a su mamá a decorar la casa, Leo escuchó un susurro en el patio. Se asomó y vio a un pequeño perro, trémulo de frío y con aspecto triste. Aunque no tenía mucho, su deseo de ayudar fue más fuerte.

"¡Mamá! ¡Mirá!" - exclamó Leo, señalando al perro.

"Pobrecito, parece que se perdió. ¿Qué harás, Leo?" - preguntó su madre.

"Voy a darle un hogar. No puedo dejarlo solo en el frío" - respondió Leo decidido.

A pesar de que sus propios regalos de Navidad estaban casi listos, Leo llevó al perro a casa, le dio comida y un lugar cálido para dormir. Esa noche, el perro encontró su lugar entre las mantas.

Al amanecer, Leo se despertó ansioso por la Navidad, pero en lugar de estar emocionado por recibir, sintió felicidad al ver al perro dormir plácidamente.

"No tengo un nombre para vos, ¿qué te parece 'Estrella'?" - dijo Leo, acariciando al recién llegado.

Los días pasaron, y mientras todos los niños del pueblo presumían sus regalos nuevos, Leo solo podía sonreír mientras jugaba con Estrella. En el campo de juego, los otros niños lo miraban con curiosidad.

"¿No te importan tus regalos?" - preguntó Clara, intrigada.

"No, porque he recibido algo mucho mejor: la amistad de Estrella" - Leo respondió, con una sonrisa radiante.

Los niños de Cuentilandia empezaron a notar lo feliz que estaba Leo y su perro. Algunos incluso se acercaron para jugar. Pronto, el grupo se llenó de risas y juegos, mientras Estrella se convertía en el centro de atención.

"¡Vamos a hacer un juego!" - propuso uno de los chicos.

Los niños comenzaron a jugar con Estrella, y Leo se sintió cada vez más querido. Sin embargo, el verdadero giro ocurrió una semana después, cuando Leo decidió organizar un evento especial en la plaza del pueblo. Quería mostrar a todos que la Navidad no siempre se trata de recibir, sino de compartir.

"Les tengo una idea, ¿qué tal si hacemos un día de juegos para todos?" - dijo Leo a sus amigos.

Con entusiasmo, todos se unieron al plan. Jugaron, rieron y compartieron dulces que cada uno trajo de sus casas. Estrella corrió entre los niños, y al final del día, todos se sentaron en círculo para hablar sobre lo que les hacía felices.

"Me encanta esta Navidad porque descubrí que la amistad es el mejor regalo" - dijo Leo.

Y así fue como, en aquel pequeño pueblo, la verdadera esencia de la Navidad se compartió ese día: amor, amistad y solidaridad. Cada niño se llevó a casa no solo una sonrisa, sino también la lección de que el mejor regalo es dar a los demás.

Desde entonces, cada Navidad, celebraban juntos, recordando que lo que realmente importa es compartir momentos llenos de alegría y amor, justo como lo hizo Leo, su amigo Estrella y todos sus nuevos amigos.

FIN.

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