El Regalo de la Amistad
En una pequeña ciudad de México, un niño llamado Diego esperaba con gran emoción la llegada de la Navidad. Con apenas diez años, había sido un poco travieso: había desobedecido a sus padres, burlado de sus compañeros y, sobre todo, había olvidado ayudar a los demás.
Diego pasaba los días soñando con los regalos que Santa Claus le traería.
"Este año, seguro que me traerá el videojuego que tanto quiero", decía para sí mismo, mientras miraba el catálogo de juguetes.
Sus padres, sin embargo, habían notado que Diego no había sido un buen niño. Ellos decidieron que era el momento de darle una lección sobre la importancia de ser amable y ayudar a los demás.
La noche antes de Navidad, los padres de Diego se sentaron con él.
"Diego, queremos hablar contigo sobre cómo te has portado este año", comenzó su mamá.
"Sí, Diego. Sabemos que esperas muchos regalos, pero es importante que entiendas que merecemos lo que ganamos con nuestro comportamiento", agregó su papá.
Diego, al escuchar eso, se sintió inquieto. Le costaba creer que sus padres le negaran la posibilidad de recibir regalos, pero no dijo nada. Sabía que había cometido errores, pero nunca pensó que esto afectaría su Navidad.
Al día siguiente, cuando Diego se despertó, corrió emocionado hacia el árbol de Navidad. Pero al llegar, se quedó paralizado.
No había regalos. Confundido, miró a sus padres.
"¿Dónde están mis regalos?", preguntó con una mezcla de tristeza y enojo.
"Diego, este año hemos decidido que no recibirás regalos hasta que demuestres tu deseo de ser un mejor niño. Hay que ganarse las cosas con buenas acciones", explicó su mamá suavemente.
"¿Pero por qué?", insistió él, con la voz quebrada. "¡He estado esperando todo el año!".
"Porque la Navidad no es solo de recibir, sino de dar y compartir con los demás", respondió su padre.
Diego se sintió devastado, pero también recordó que su amigo Mateo no tenía familia cerca y pasaba la Navidad solo. De repente, le vino a la mente una idea.
"¿Y si invito a Mateo para pasar la Navidad con nosotros?", propuso Diego.
Sus padres lo miraron sorprendidos.
"Esa sería una gran idea, Diego. Pero no solo invitarlo, sino también hacer algo especial juntos", dijo su mamá.
"Podrías hacer tarjetas de Navidad y repartirlas a quienes lo necesiten", agregó su padre.
Fue así que Diego se puso manos a la obra. Llamó a Mateo y lo invitó a pasar la Navidad con ellos. Juntos, elaboraron tarjetas que decoraron con todo su arte y con cariño.
El día de Navidad, cuando llegaron a la casa de Mateo, se sintieron muy felices al ver la sonrisa de su amigo.
"¡Esta es la mejor Navidad de todas!", exclamó Mateo.
"Sí, ¡lo es!", asintió Diego.
A lo largo del día, realizaron varias actividades; entre ellas, compartir galletas con los vecinos y ayudar a una familia del barrio con comida. Cuando el sol comenzó a esconderse, Diego y sus padres se sintieron llenos de alegría ante lo que habían compartido.
Esa misma noche, cuando volvieron a casa, Diego decidió escribir una carta a Santa.
"Querido Santa Claus, este año comprendí lo que realmente importa en la Navidad. No necesito muchos regalos, solo la alegría de poder ayudar a mis amigos y ser un niño mejor. Espero que tú también lo entiendas y que, si decides traerme algo, sea algo para seguir ayudando a otros", escribió.
A la mañana siguiente, Diego se despertó con algo de emoción pero también con la certeza de que ya había recibido el mejor regalo: la amistad y la felicidad de hacer algo bueno. Miró bajo el árbol y allí había un pequeño paquete envuelto con un gran lazo.
"¡Mamá, Papá!", gritó emocionado.
Al abrir el regalo, se encontró con una bicicleta.
"¿Esto es un regalo de Santa?", preguntó estupefacto.
"No hijo, es un regalo de tus padres por el gran corazón que has mostrado. Te mereces esto porque actuaste bien", respondieron sus padres.
Diego comprendió que ser bueno tenía sus propias recompensas. A partir de ese día, se comprometió a ser un mejor amigo y a ayudar a quienes lo rodeaban, haciendo que cada Navidad fuese especial no solo por los regalos, sino por los momentos compartidos con los demás.
Y así, Diego no solo tuvo una muy buena Navidad, sino que también se convirtió en un mejor niño, algo que Santa Claus notó y que cada año fue premiado con su merecido cariño y atención.
FIN.