El Regalo de la Amistad



Era 24 de diciembre en la pequeña ciudad de Todos los Sueños. El aire estaba impregnado del olor a galletitas de jengibre y a pino fresco. Todos se preparaban para la fiesta de Navidad, pero un niño llamado Lucas se sentía triste. No tenía dinero para comprar un regalo para su mejor amigo, Tomás.

Lucas miró por la ventana y vio a los chicos en el parque jugando con sus regalos. Su corazón se encogía cada vez más.

"¿Qué voy a hacer?" - se quejaba Lucas para sí mismo, mientras jugueteaba con un pedacito de papel en su mano.

Decidió salir a pasear. Caminando por el parque, se encontró con una anciana que estaba sentada en un banco, admirando la decoración navideña.

"Hola, niño, ¿por qué estás tan triste en un día tan alegre como hoy?" - le preguntó la anciana con una sonrisa.

"No tengo dinero para comprar un regalo para Tomás y no quiero que se sienta mal por no tener nada de mi parte" - respondió Lucas.

La anciana lo miró pensativa y le dijo:

"A veces, los mejores regalos no son los que se compran con dinero, sino los que vienen del corazón. ¿Te has preguntado qué puedes hacer por tu amigo?"

Lucas pensó por un momento y su mente comenzó a llenar de ideas.

"¡Puedo hacer algo especial para él!" - exclamó entusiasmado.

Rápidamente, Lucas decidió que quería hacer una tarjeta de Navidad y un dibujo. Regresó a casa y comenzó a trabajar. Se sentó en su mesa y se dedicó a dibujar un gran árbol de Navidad lleno de regalos, con ambos amigos sonriendo debajo de él.

Cuando terminó, se sintió orgulloso de su obra. Sabía que no era un regalo convencional, pero venía de su corazón. En ese momento, recibió un mensaje de Tomás invitándolo a su casa.

"¡Lucas, ven a mi casa! Vamos a hacer galletas de Navidad juntos!" - dijo Tomás, emocionado.

"¡Voy, ya voy!" - respondió Lucas, guardando su tarjeta con cuidado.

Al llegar a la casa de Tomás, Lucas se encontró con un ambiente lleno de alegría; la familia de Tomás estaba cocinando en la cocina, el aroma de las galletas llenaba el aire. Después de un rato de jugar y reír, Lucas decidió entregarle su regalo.

"¡Hola Tomás!" - dijo Lucas un poco nervioso.

"¿Qué es eso?" - le preguntó Tomás, mientras miraba la tarjeta con curiosidad.

Lucas, sonrojado, le respondió:

"Es un dibujo que hice para vos. Espero que te guste. Aunque no tiene tanto brillo como los demás regalos, lo hice con mucho cariño."

Tomás abrió la tarjeta y su rostro brilló de felicidad.

"¡Es precioso!" - exclamó. "Nunca había recibido nada tan lindo. Gracias, Lucas."

"¡De nada! ¿Quieres hacer galletas ahora?" - preguntó Lucas entusiasmado.

Ambos pasaron la tarde decorando galletas y compartiendo historias de Navidad, riendo y disfrutando del tiempo juntos. Lucas se dio cuenta de que lo que había hecho para Tomás era mucho más valioso que cualquier regalo material.

Y así, esa noche, Lucas celebró una Navidad diferente, llena de risas y amistad. A veces, los mejores regalos eran aquellos que no se podían envolver, sino que venían envueltos en los momentos compartidos y en el cariño que se daba.

Cuando llegó la hora de irse, Lucas y Tomás se abrazaron, prometiendo que siempre estarían ahí el uno para el otro.

"Queda más galletas para mañana, ¡así que te veo en la mañana!" - dijo Tomás mientras Lucas se alejaba.

"¡Sí, nos vemos!" - contestó Lucas, con el corazón lleno de alegría.

Y así, Lucas comprendió que la verdadera alegría de Navidad no se trata de lo que uno puede recibir, sino de lo que uno puede dar.

Fin.

FIN.

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