El Regalo de la Amistad
Era una fría mañana de diciembre en el pueblo de Villanieve. Las casas estaban cubiertas de nieve y luces brillantes adornaban cada rincón. Los niños jugaban felices, haciendo muñecos de nieve y lanzándose bolas de nieve entre risas.
En el centro del pueblo, había un niño llamado Tomás. Tomás era un niño muy talentoso para hacer juguetes de madera. Cada año, esperaba la Navidad con ansias, no solo por los regalos que podría recibir, sino por la oportunidad de hacer algunos juguetes mágicos para sus amigos.
Pero este año, Tomás notó que uno de sus amigos, Juanito, parecía muy triste. Siempre lo veía solo, sin participar en los juegos con los demás.
"¿Qué te pasa, Juanito?" - le preguntó Tomás, preocupado.
"No tengo juguetes para jugar. Mis papás no pueden comprarlos y me siento muy solo" - respondió Juanito, con la mirada en el suelo.
Tomás, sintiendo una punzada en el corazón, decidió que quería ayudar a su amigo. Luego de pensarlo un poco, se le ocurrió una brillante idea: ¡podía hacerle un juguete! Comenzó a trabajar en un hermoso caballito de madera, tallándolo con esmero.
Sin embargo, al día siguiente, mientras estaba en la plaza, Tomás notó que varios niños estaban alrededor de Juanito, riéndose y burlándose de él. Al darse cuenta de esto, Tomás se sintió indignado.
"¡No está bien tratar así a nadie!" - exclamó, acercándose al grupo.
"Pero él no tiene nada, ¡no puede jugar como nosotros!" - dijo uno de los niños, mientras empujaba a Juanito de manera juguetona.
Tomás pensó que era momento de hacer algo. Así que, decidió no solo hacer un regalo para Juanito, sino también invitar a todos sus amigos.
"Este año, hagamos un juguete para Juanito juntos. Todos podemos traernos algunas maderas o pinturas viejas y ayudar a hacer algo especial. ¡Él merece jugar como nosotros!" - propuso Tomás.
Los demás niños miraron sorprendidos, pero al ver la sinceridad en los ojos de Tomás, comenzaron a asentar la cabeza con entusiasmo.
"¡Sí! ¡Vamos a ayudar!" - gritaron al unísono.
Así, cada uno contribuyó con pequeños materiales y habilidades. Algunos pintaron, otros ensamblaron, y en poco tiempo, el caballito de madera fue tomando forma, acompañado de una alegre música navideña que salía de una antigua radiola.
Cuando el día de la Navidad llegó, todos estaban ansiosos y nerviosos. Prepararon una pequeña caja y en su interior colocaron el caballito, decorándolo con cintas de colores. Al llegar a la casa de Juanito, Tomás tocó la puerta.
"¡Sorpresa!" - gritaron todos al abrirse la puerta.
Juanito, al ver a sus amigos y el regalo, se llenó de emoción.
"¡No puedo creerlo! ¿Hicieron esto para mí?" - dijo, con lágrimas de alegría.
"Sí, porque tú eres nuestro amigo y no queremos que te sientas solo" - respondió Tomás, abrazando a Juanito.
Ese día, no solo se entregó un regalo, sino que se formó una nueva amistad. Juanito se unió al grupo y comenzó a jugar junto a ellos, dejando atrás su tristeza.
Navidad en Villanieve se iluminó con risas, amistad y, sobre todo, con la enseñanza de que los mejores regalos no son los materiales, sino los momentos y vínculos que construimos con quienes nos rodean.
Desde entonces, cada Navidad, Tomás y sus amigos se aseguraban de que nadie en el pueblo se sintiera solo, organizando juegos y compartiendo alegría con todos.
"El verdadero espíritu de la Navidad es compartir y cuidar de los demás" - dijo Tomás, y así se convirtió en su lema cada fin de año.
FIN.