El regalo de la amistad



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Amistad, una niña llamada Sofía. Desde muy pequeña, Sofía siempre fue amable con todos a su alrededor.

Siempre tenía una sonrisa en su rostro y trataba a los demás con respeto y consideración. Un día, mientras caminaba por el parque del pueblo, Sofía encontró a un perrito abandonado. El pobre animalito estaba asustado y temblaba de frío.

Sin dudarlo, Sofía se acercó lentamente al perrito y le ofreció su mano para que lo oliera. "Hola, amiguito. No tengas miedo, no te haré daño", dijo cariñosamente Sofía. El perrito confió en ella y comenzó a mover la cola emocionado.

Sofía decidió llevarlo a casa y cuidarlo hasta encontrarle un hogar seguro. A medida que pasaban los días, el perrito se recuperaba gracias al amor y cuidado de Sofía. Ella lo llamó —"Firulais"  y juntos se convirtieron en mejores amigos inseparables.

Un día, mientras caminaban por el parque nuevamente, vieron a un grupo de niños burlándose de otro niño llamado Pedro por ser diferente. Pedro era sordo y usaba audífonos para poder comunicarse mejor.

Sofía no pudo evitar sentir tristeza por Pedro y decidió intervenir para detener las burlas injustas. "¡Hey! ¿Por qué están haciendo eso? Es cruel e irrespetuoso", exclamó indignada Sofía. Los niños quedaron sorprendidos ante la valentía de Sofía pero no dejaron de burlarse.

Sin embargo, Sofía no se rindió y decidió hacer algo más para ayudar a Pedro. Se acercó a él y le ofreció su amistad y apoyo incondicional. Juntos, comenzaron a pasar tiempo en el parque jugando y divirtiéndose.

Sofía aprendió el lenguaje de señas para poder comunicarse con Pedro sin problemas. Con el tiempo, los niños del pueblo se dieron cuenta de la amabilidad y respeto que Sofía mostraba hacia Pedro, así como la lealtad que tenía hacia sus amigos.

Poco a poco, comenzaron a cambiar su actitud y también se hicieron amigos de Pedro. La historia de Sofía y Pedro se convirtió en un ejemplo para todos en Villa Amistad.

La gente aprendió la importancia de ser amables, respetuosos y leales con los demás, sin importar las diferencias que pudieran tener. Sofía demostró que una pequeña acción puede marcar una gran diferencia en la vida de alguien.

Su bondad inspiró a otros a seguir su ejemplo, creando un ambiente lleno de amor y aceptación en el pueblo. Y así fue como Sofía enseñó al mundo que ser amable, respetuoso y leal puede cambiar vidas y crear un lugar mejor para todos vivir.

El legado de Sofía perdurará por siempre en Villa Amistad como símbolo de amor e inclusión.

FIN.

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