El regalo de la amistad



Había una vez un hombre llamado David, que era muy solitario y no le gustaba nada. No tenía amigos ni hobbies, pasaba sus días en casa sin hacer nada interesante.

Pero un día, todo cambió cuando conoció a una niña llamada Gabriela. Gabriela era una niña llena de energía y alegría. Siempre estaba rodeada de amigos y siempre encontraba algo divertido para hacer.

Un día, mientras caminaba por el parque, vio a David sentado en un banco mirando al suelo tristemente. Intrigada por la tristeza de David, Gabriela se acercó a él y le preguntó: "¿Por qué estás tan triste? ¿No te gusta nada?".

David levantó la cabeza sorprendido por la pregunta y respondió: "Soy un hombre muy solitario y no encuentro nada que me guste hacer".

Gabriela sonrió amablemente y dijo: "¡Eso es porque aún no has descubierto todas las cosas maravillosas que hay en el mundo! Ven conmigo, te mostraré lo divertido que puede ser vivir". David aceptó la invitación de Gabriela con cierta duda pero también con una chispa de esperanza en sus ojos.

Juntos comenzaron a explorar el parque y poco a poco, David empezó a disfrutar de las pequeñas cosas que antes pasaban desapercibidas para él. Un día, mientras paseaban por el bosque cercano al parque, Gabriela encontró una hermosa flor silvestre.

La tomó delicadamente entre sus manos y le dijo emocionada a David: "Mira esta flor tan bonita. ¿No te parece increíble la belleza que puede haber en algo tan pequeño?". David observó la flor y por primera vez en mucho tiempo, sintió una emoción genuina. "Tienes razón, Gabriela.

Esta flor es realmente hermosa", dijo con una sonrisa en su rostro. A partir de ese momento, David y Gabriela se convirtieron en grandes amigos inseparables. Juntos descubrieron nuevos lugares, exploraron diferentes actividades y disfrutaron de cada momento juntos.

Pero un día, Gabriela tuvo que mudarse a otra ciudad debido al trabajo de sus padres. David se sintió triste nuevamente por perder a su amiga, pero recordó todo lo que había aprendido gracias a ella.

Decidió seguir adelante y continuar explorando el mundo por sí mismo. Empezó a hacer nuevos amigos y descubrió nuevas pasiones como la pintura y la música.

Y aunque siempre recordaba con cariño los momentos vividos junto a Gabriela, entendió que era importante seguir creciendo y disfrutando de las cosas hermosas que la vida tenía para ofrecerle. La historia de David nos enseña que nunca es tarde para descubrir nuevas pasiones o encontrar compañía en nuestra vida.

A veces solo necesitamos a alguien especial como Gabriela para mostrarnos el camino hacia la felicidad y ayudarnos a abrir nuestro corazón al mundo lleno de posibilidades infinitas.

FIN.

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