El Regalo de la Antigüedad



Era una tarde de otoño en un pequeño pueblo, donde los árboles se desnudaban de sus hojas y el viento acariciaba las calles empedradas. En una casa antigua, con grandes ventanales y un jardín lleno de flores marchitas, vivía una pareja llamada Mateo y Sofía. Desde hacía años habían querido tener un hijo, pero por más que lo intentaron, no lograban hacerlo. A menudo se sentaban en la galería, mirando el cielo y soñando con el día en que tendrían un pequeño que llenara su hogar de risas y alegría.

Un día, mientras tomaban mate en la galería, un ruido inesperado interrumpió su conversación.

"¿Escuchaste eso, Sofía?" dijo Mateo, levantando la vista.

"Sí, parece que viene de la puerta. ¡Vamos a ver!" respondió Sofía, emocionada.

Al abrir la puerta, encontraron una canasta de mimbre, y en su interior había un bebé, envuelto en una manta suave de colores vibrantes.

"¡Es un bebé!", exclamó Sofía, sorprendida y con lágrimas en los ojos.

"¿Quién lo habrá dejado aquí?" preguntó Mateo, tomando al pequeño entre sus brazos.

El bebé sonrió al verlos. Sofía se agachó para mirarlo de cerca.

"Es tan hermoso. Creo que fue un regalo del destino. ¿Y si decidimos quedárnoslo?" propuso Sofía.

"Pero, ¿y si tiene una familia que lo busca? ¿Qué debe haber pasado?" contestó Mateo, preocupado.

Decidieron llevar al bebé adentro mientras pensaban en qué hacer. Lo nombraron Lucas y en poco tiempo se dieron cuenta de que cada día traía más luz a su hogar.

Sin embargo, la pareja también se preocupaba por el futuro del pequeño.

"Debemos hacer lo correcto. Buscar a su familia es lo más importante", dijo Mateo.

"Sí, estoy de acuerdo. Quizás podamos preguntar a los vecinos si lo han visto antes" añadió Sofía.

Así que empezaron su búsqueda. Hicieron volantes y recorrieron el barrio, hablando con cada vecino. A medida que pasaban los días, todos quedaban encantados con Lucas y empezaron a quererlo como si fuera parte de la comunidad.

"Me encanta este niño, se nota que tiene magia", comentó señora Rosa, la florista del pueblo.

Las semanas pasaron, pero nadie apareció para reclamar al pequeño. Mateo y Sofía comenzaron a dudar de su decisión. ¿Era el destino realmente llevarlos a Lucas?"Quizás debamos pensar en adoptarlo formalmente, si no aparece nadie", sugirió Sofía un día al volver de una visita al parque.

Mateo, aunque le pesaba la decisión, aceptó. Así que, con mucho amor y anhelo, comenzaron a prepararse para darle la bienvenida oficial a Lucas en sus vidas.

Un día, mientras Mateo le mostraba a Lucas las flores del jardín, notaron que algo extraño ocurría. Un grupo de niños del barrio se acercó a ver al pequeño.

"¿Es de ustedes?" preguntó uno de los niños llamado Joaquín.

"Sí, se llama Lucas. Lo encontramos en nuestra puerta", respondió Mateo.

"Es lo más lindo que vi en mi vida", dijo una niña llamada Valentina.

"Deberíamos hacerle una fiesta de bienvenida", sugirió Joaquín, y todos los niños estuvieron de acuerdo.

Así, los pequeños, junto con Mateo y Sofía, comenzaron a organizar una gran fiesta en el jardín, invitando a todos los vecinos. El día de la fiesta, la casa se llenó de risas, juegos y alegría. Lucas no paraba de reír y jugar con los niños, mientras Mateo y Sofía observaban con amor.

De repente, mientras todos bailaban, apareció una mujer con lágrimas en los ojos, que buscaba a Lucas.

"¡Lucas!", gritó. "¡Te he estado buscando!"

Mateo y Sofía, confundidos, se acercaron. La mujer se presentó como Celeste, la madre del pequeño.

"Me perdí, y por eso dejé a Lucas en un lugar seguro. No quería que le pasara nada malo. ¡Por favor, dame una oportunidad para explicarte!"

Sofía miró a Mateo, que parecía confundido pero compasivo.

"Lucas ha traído mucha felicidad a nuestra vida. Pero si tú eres su mamá, porque lo amas, tienes que estar con él", dijo Sofía.

Las lágrimas de Celeste fueron reemplazadas por una sonrisa de alivio.

"No quiero separarme de él. Ustedes han hecho magia en su vida, pero también quiero ser parte de ella."

Mateo y Sofía, aunque tristes, también estaban alegres. Habían amado a Lucas, pero entendían que él merecía tener a su madre.

Después de muchas charlas y acuerdos, decidieron que Lucas podría pasar tiempo con ambos: su familia y la suya. Así, Lucas creció rodeado de amor, aprendiendo que la familia no siempre significa la misma sangre, sino el cariño con el que te cuidan.

Y así, en aquel pueblo, el pequeño Lucas unió a dos familias en una historia de amor y amistad que perduró por siempre.

FIN.

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