El regalo de la bondad

Había una vez un niño llamado Tomás que era muy malcriado. Siempre hacía lo que quería, desobedeciendo a sus padres y maestros, sin importarle las consecuencias de sus acciones.

Se negaba a hacer la tarea, no ayudaba en casa y se burlaba de sus compañeros en el colegio. Un día, mientras jugaba en el parque, Tomás vio a un anciano sentado en un banco alimentando a las palomas. Tomás decidió acercarse para molestarlo.

"¿Qué estás haciendo abuelo? ¡Eso es aburrido!" -se burló Tomás. El anciano lo miró con tristeza y le dijo: "Estoy cuidando de estas palomas porque me hacen sentir útil y feliz.

A veces, preocuparse por los demás puede traer mucha alegría a tu vida". Tomás solo rió y siguió jugando sin prestar atención al consejo del anciano. Días después, Tomás se encontraba solo en el parque cuando vio a un grupo de niños divirtiéndose juntos.

Quiso unirse a ellos, pero todos lo rechazaron por su actitud grosera y egoísta. Se sintió muy triste al darse cuenta de que nadie quería jugar con él. Entonces recordó las palabras del anciano y decidió cambiar su forma de ser.

Empezó a ayudar en casa sin quejarse, hizo todas sus tareas escolares e incluso pidió disculpas a sus compañeros por haberlos tratado mal. Poco a poco, Tomás fue ganándose la confianza de los demás con su nueva actitud amable y respetuosa.

Ya no era más el niño malcriado que solía ser. Un día, mientras paseaba por el parque, se encontró nuevamente con el anciano.

Esta vez se acercó con una sonrisa sincera y le dijo: "Gracias por enseñarme que ser amable y considerado con los demás puede hacer la diferencia en nuestras vidas". El anciano asintió con orgullo y le respondió: "Recuerda siempre que las pequeñas acciones pueden tener grandes repercusiones en la vida de los demás".

Desde ese día, Tomás se convirtió en un ejemplo para todos los niños del barrio, demostrando que incluso el niño más malcriado puede cambiar si aprende el valor del respeto y la bondad hacia los demás. Y así vivieron felices para siempre.