El regalo de la familia



Había una vez en un barrio muy tranquilo de Buenos Aires, una niña llamada Sofía. Sofía era una niña alegre, curiosa y llena de energía.

Le encantaba jugar en el parque con sus amigos, dibujar con colores brillantes y ayudar a su mamá en la cocina. Un día, los papás de Sofía le dieron una noticia que cambiaría su vida para siempre: iba a tener un hermanito.

Al principio, Sofía se puso muy contenta con la idea de tener un compañero de juegos, pero luego comenzó a sentirse triste y preocupada. Pensaba que si llegaba un nuevo integrante a la familia, ya no la querrían tanto como antes.

"Mamá, ¿me seguirán queriendo igual cuando nazca el bebé?", preguntó Sofía con voz temblorosa. Su mamá se sentó a su lado y le dijo cariñosamente: "¡Por supuesto que sí, mi amor! Tener un hermanito no significa que te querremos menos.

Al contrario, nuestra familia se llenará de más amor y alegría". Pero por más que su mamá intentara consolarla, Sofía seguía sintiéndose insegura. Decidió hablar con su abuelita Lola, quien siempre tenía las palabras adecuadas para reconfortarla.

"Abuelita Lola, ¿crees que me querrán menos cuando nazca el bebé?", preguntó Sofía mientras jugaban al dominó en el patio. La abuelita Lola sonrió tiernamente y le respondió: "Mi niña linda, el amor de tus papás es infinito y nunca disminuirá.

Un hermanito será tu compañero de aventuras, alguien con quien compartir risas y travesuras". Las palabras sabias de su abuelita hicieron reflexionar a Sofía.

Comenzó a imaginar todas las cosas divertidas que podría hacer junto a su hermanito: enseñarle a montar en bicicleta, leerle cuentos antes de dormir y protegerlo como una verdadera hermana mayor. Con cada día que pasaba, la barriguita de mamá crecía más y más hasta llegar el esperado momento del nacimiento del bebé.

Cuando finalmente llegó ese día tan especial, Sofía estaba ansiosa por conocer a su hermanito. Al entrar en la habitación del hospital y ver al pequeño recién nacido envuelto en mantas blancas como algodón dulce, algo mágico ocurrió en el corazón de Sofía.

Sus ojos brillaron de emoción al sostenerlo entre sus brazos por primera vez. "Hola pequeño", susurró Sofía con ternura mientras acunaba al bebé entre risitas emocionadas.

Desde ese instante, Sofia supo que sin importar cuántos miembros hubiera en la familia o cuánto tiempo dedicaran sus papás al cuidado del bebé; ella seguiria siendo amada igualmente. Los días pasaron volando entre pañales cambiados juntos, canciones inventadas para hacer reír al pequeño e historias contadas bajo las estrellas antes de dormir.

Y así, entre juegos compartidos, lágrimas secadas mutuamente e innumerables momentos felices, Sofia descubrió lo maravilloso que era tener un hermanito. Y aunque había momentos donde extrañaba ser hija única, sabia ahora que el amor se multiplicaba sin dividirse.

Y eso era lo mas importante.

FIN.

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