El regalo de la felicidad



En un pequeño pueblo llamado Alegría, vivían un grupo de adorables ancianos que formaban parte de la comunidad. Ellos eran conocidos por su alegría y sabiduría, y siempre estaban dispuestos a ayudar a quienes los rodeaban. Sin embargo, un día, una sombra de tristeza llegó a sus vidas. La felicidad que solían irradiar se desvaneció, y con ella, la magia que les permitía transmitir alegría a los demás.

Los niños del pueblo, al darse cuenta del cambio en los ancianos, decidieron investigar qué estaba sucediendo. Se reunieron en secreto en la plaza del pueblo para buscar una solución. Jorge, el niño más aventurero, propuso la idea de buscar la ‘‘fuente de la felicidad’’, de la que tanto hablaban los ancianos en sus cuentos.

Llenos de entusiasmo, los niños emprendieron un emocionante viaje en busca de esta fuente mágica. Atravesaron un bosque encantado, escalaron una montaña imponente y navegaron por un río tumultuoso. Durante su travesía, se enfrentaron a desafíos y aprendieron lecciones valiosas de los seres fantásticos que encontraron en su camino.

Finalmente, luego de superar todos los obstáculos, llegaron a un prado cubierto de flores brillantes. En el centro del prado, descubrieron una fuente de agua cristalina y irradiante. De repente, una voz suave y melodiosa los saludó.

- ¡Bienvenidos, valientes exploradores! Veo que han recorrido un largo camino en busca de la felicidad –dijo un hada que habitaba la fuente.

Los niños le explicaron la razón de su búsqueda y cómo la felicidad de los ancianos se había esfumado. El hada escuchó atentamente y les entregó un frasco lleno de un líquido resplandeciente.

- Esto es la esencia de la verdadera felicidad. Con una gota de esta fórmula mágica, podrán traer de regreso la alegría perdida –explicó el hada.

Los niños regresaron al pueblo y se encontraron con los ancianos, quienes estaban sentados en silencio, extrañando su antigua felicidad. Sin dudarlo, los niños les entregaron el frasco con la fórmula mágica. Los ancianos, con curiosidad y esperanza, aplicaron una gota del líquido resplandeciente, y lentamente, sus rostros se iluminaron con una sonrisa radiante. La felicidad volvió a sus vidas y al pueblo de Alegría.

Los ancianos, agradecidos, compartieron su sabiduría con los niños. Les enseñaron que la verdadera felicidad se encuentra en ayudar a los demás, en disfrutar de los pequeños momentos y en compartir amor y alegría con aquellos que nos rodean. Desde ese día, la felicidad nunca abandonó a los ancianos, quienes continuaron irradiando alegría y amor a todos a su alrededor.

FIN.

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