El regalo de la generosidad
Había una vez en un pequeño pueblo de Venezuela, una niña llamada Isabella. Ella era conocida por su belleza y encanto, pero tenía un gran defecto: no sabía actuar con solidaridad.
Aunque siempre recibía muchos regalos y atenciones, nunca pensaba en los demás. La Navidad se acercaba y el espíritu festivo llenaba las calles del pueblo. Las casas estaban decoradas con luces brillantes y la gente estaba ocupada comprando regalos para sus seres queridos.
Un día, mientras Isabella caminaba por el mercado navideño, vio a una anciana sentada en un rincón solitario. La mujer parecía triste y desamparada. Al verla, Isabella sintió curiosidad y decidió acercarse.
"Disculpe señora", dijo Isabella tímidamente, "¿puedo ayudarla en algo?"La anciana levantó la cabeza sorprendida y sonrió débilmente. "Gracias por tu amabilidad, niña", respondió ella. Isabella notó que la anciana llevaba una bolsa vacía y le preguntó si necesitaba comida o algo más.
"Sí hija", respondió la anciana con voz temblorosa, "no tengo nada para comer esta Navidad". Isabella se sintió mal al escuchar esto e inmediatamente recordó todas las veces que había sido egoísta. Decidió que era hora de cambiar eso.
Sin pensarlo dos veces, Isabella tomó a la anciana de la mano y la llevó a su casa. Le ofreció un plato caliente de comida navideña preparado por su madre. La anciana agradeció a Isabella y le contó sobre su difícil situación.
Había perdido a su familia y no tenía a nadie que la cuidara. Isabella se conmovió por la historia de la anciana y decidió hacer algo para ayudarla.
Pensó en sus muchos juguetes, ropa y libros sin usar que tenía acumulados en su habitación. Al día siguiente, Isabella organizó una venta de garaje en el pueblo para recaudar dinero y así ayudar a la anciana. Todos los vecinos se unieron al evento, donando artículos para vender.
El día de la venta llegó y el pueblo estaba lleno de gente emocionada por participar. Isabella vendió todos sus juguetes, ropa y libros, mientras otros compraban los artículos donados por los vecinos. Al final del día, Isabella había recaudado mucho dinero.
Con ese dinero compraron alimentos, medicinas y regalos especiales para la anciana. Cuando llegaron a casa de la anciana llevando todas las provisiones, ella no podía creer lo que veía.
Sus ojos se llenaron de lágrimas de alegría al ver tanta solidaridad en acción. "Gracias niña hermosa", dijo con gratitud. "Nunca olvidaré tu bondad". Isabella sonrió felizmente porque finalmente había aprendido el valor de actuar con solidaridad hacia los demás.
Comprendió que dar era mucho más gratificante que recibir. Desde aquel día, Isabella se convirtió en una niña solidaria y siempre buscaba oportunidades para ayudar a quienes lo necesitaban.
Y así fue como gracias a un encuentro casual con una anciana en Navidad, Isabella aprendió que la verdadera belleza radica en el corazón y en actuar con solidaridad hacia los demás. Y colorín colorado, esta historia de solidaridad ha terminado.
FIN.