El Regalo de la Ilusión



Había una vez en un pequeño barrio de Buenos Aires, una niña llamada Clara. Desde muy chiquita, soñaba con ser una estrella de la gimnasia rítmica. Pasaba horas contemplando competencias por televisión, maravillándose con los giros y piruetas. Pero al cumplir diez años, la emoción daba paso a la rutina y la pereza. Clara empezó a dejar de lado sus ensayos, a hablar más de lo que practicaba, y a perder el brillo en sus ojos.

Como todos los años, se acercaba la Navidad, y Clara, ya sin motivación, se sentó en su cama.

- ¿Para qué esforzarme si no voy a ser una campeona? - se lamentaba Clara. - Además, ¡es más divertido jugar videojuegos!

Una noche, mientras soñaba, tres figuras luminosas aparecieron en su habitación: eran los fantasmas de la Navidad.

- ¡Hola, Clara! - exclamó el primero, que lucía un tutú brillante. - Soy el Fantasma de la Navidad Pasada.

- ¿Qué querés de mí? - preguntó Clara, asombrada.

- Vine a recordarte lo que disfrutabas hacer. - Y, con un movimiento de sus manos, mostró imágenes de Clara bailando con su cinta y dosificando su energía. - ¿Recuerdas lo feliz que eras?

Clara sintió un nudo en el estómago, pues las imágenes la llenaron de nostalgia.

- Sí...

Entonces, el segundo fantasma apareció. Era más brillante y extravagante que el primero.

- ¡Soy el Fantasma de la Navidad Presente! - dijo con entusiasmo. - Hoy, quiero que veas cómo te afecta tu falta de esfuerzo. ¡Vamos!

Sin poder resistirse, Clara siguió al fantasma. Viajaron a su gimnasio, donde vio a sus compañeras practicando y sonriendo.

- ¡Mirá! - dijo el fantasma. - Sus corazones laten con pasión. Pero tú, aquí, has dejado un vacío.

- ¿Yo? - Clara se sintió culpable.

- Así es. Pero aún hay tiempo. - dijo el fantasma, susurrándole al oído.

Por último, el tercer fantasma apareció. Era el Fantasma de la Navidad Futuro, envuelto en oscuridad.

- Esto es lo que te espera si sigues así. - indicó, señalando a un futuro incierto donde Clara estaba sola, viendo la televisión.

- ¡No puede ser! – gritó Clara. - Necesito cambiar.

De repente, Clara despertó. Era Navidad. En su corazón, la chispa de la gimnasia había renacido. Decidió que lo daría todo en un mes, preparándose para el importante torneo que se avecinaba. Así que, a partir de ese momento, fue a ensayar cada día.

- ¡Voy a dar lo mejor de mí! - les dijo a sus padres. - Les prometo que entrenaré como nunca.

Los días pasaron, y Clara se esforzó muchísimo. Estudió las rutinas, practicó hasta que le dolieron los brazos, y corrió para mejorar su resistencia. La noche antes del torneo, se sintió un poco nerviosa, pero más que nada emocionada.

- ¡Voy a brillar! - se decía a sí misma.

Finalmente, el día del torneo llegó. Clara se presentó en el escenario con una sonrisa radiante. La música comenzó a sonar, y con cada movimiento, se sintió libre y feliz, como en sus mejores sueños. El jurado, impresionado, le otorgó el primer lugar.

- ¡Lo logré! ¡Soy campeona! - gritó Clara, mientras abrazaba a sus padres.

En ese momento, recordó las palabras de los tres fantasmas. Comprendió que el esfuerzo valía la pena y que la pasión era el verdadero regalo de la Navidad. Desde entonces, nunca volvió a dejar de lado su sueño.

Y así, Clara aprendió que la verdadera magia de la vida se encuentra en seguir tus pasiones y esforzarte por alcanzarlas. Todos los años, cuando llegaba Navidad, se sentaba a recordar el encuentro con los fantasmas y agradecía por la ilusión que la había llevado tan lejos. Y vivió feliz, siempre bailando al ritmo de sus sueños.

FIN.

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