El regalo de la melodía


Había una vez una niña llamada Kristin, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de campos y flores. Aunque era muy feliz y siempre tenía una sonrisa en su rostro, había algo extraño en ella: no tenía recuerdos.

No podía recordar lo que había hecho ayer o incluso lo que había desayunado esa mañana. Un día, mientras caminaba por el bosque cerca de su casa, se encontró con un viejo sabio llamado Don Ernesto.

Tenía barba blanca y arrugas profundas en su rostro, pero sus ojos brillaban con sabiduría. "Hola, pequeña", dijo Don Ernesto amablemente.

"¿Qué te trae por aquí?"Kristin le contó sobre su falta de recuerdos y cómo eso la hacía sentirse confundida a veces. Don Ernesto la escuchó atentamente y luego sonrió. "Querida Kristin", dijo, "no tener recuerdos puede ser una bendición disfrazada". Kristin frunció el ceño confundida.

"Pero ¿cómo puedo disfrutar de mi vida si no puedo recordar las cosas hermosas que he experimentado?"El sabio le explicó: "A veces nos aferramos tanto a nuestros recuerdos que dejamos de apreciar el presente. Tú tienes la oportunidad única de vivir cada momento como si fuera nuevo y emocionante".

Kristin reflexionó sobre las palabras del sabio y decidió aprovechar al máximo esta oportunidad especial. Desde ese día, Kristin comenzó a explorar su mundo sin preocuparse por los recuerdos perdidos. Se sumergió en actividades creativas como pintar cuadros y escribir cuentos.

Cada día era una aventura emocionante para ella, ya que cada experiencia se sentía fresca y llena de maravilla. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Kristin notó un cartel que anunciaba un concurso de talentos.

Sintió un cosquilleo en su estómago y decidió participar. Con la ayuda de sus vecinos y amigos, Kristin descubrió que tenía un talento especial para cantar. Practicó con dedicación y entusiasmo hasta que llegó el gran día del concurso.

Cuando subió al escenario frente a una multitud emocionada, Kristin cerró los ojos y dejó que su voz fluyera libremente. Cantó con tanta pasión y alegría que todos en la audiencia se quedaron boquiabiertos.

Al finalizar su actuación, el público estalló en aplausos ensordecedores. Kristin no podía creer lo bien que había salido todo. El jurado le entregó el primer premio al ver su increíble talento.

Pero lo más importante fue la felicidad inmensa que sintió dentro de sí misma al haber compartido su don con los demás. Después del concurso, Don Ernesto se acercó a ella sonriendo: "Kristin, has demostrado al mundo cómo vivir sin recuerdos puede ser algo hermoso.

Has encontrado tu propia forma única de brillar". Kristin sonrió radiante y abrazó al sabio agradecida por sus palabras inspiradoras. A partir de ese momento, Kristin siguió disfrutando cada nuevo día sin preocuparse por los recuerdos perdidos.

Aprendió que vivir plenamente en el presente y compartir su amor y talento con los demás era lo más importante.

Y así, Kristin se convirtió en una fuente de inspiración para todos aquellos que la conocían, demostrándoles que no importa cuántos recuerdos tengamos, siempre podemos encontrar la felicidad en cada momento.

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