El regalo de la Navidad
Era un soleado día de diciembre en el tranquilo pueblo de Alegría. Todos se preparaban para la Navidad. Luces brillantes decoraban las casas y el aire olía a galletitas recién horneadas. Sin embargo, en el corazón del pueblo, había un pequeño taller donde vivía una anciana llamada Doña Clara. Era famosa por su habilidad para crear los juguetes más maravillosos, pero había algo inusual: este año Doña Clara no había hecho nada.
Un día, mientras paseaba por el pueblo, Clara encontró a un grupo de niños hablando emocionados sobre los regalos de Navidad.
"¡Yo quiero una bicicleta!" dijo Juanito, el más pequeño del grupo.
"Yo solo quiero un puzzle gigante para armar con mis amigos" agregó Ana.
"Y yo quiero la mejor pelota de fútbol del mundo" exclamó Carlos.
Clara sonrió al ver la alegría en sus caras, pero al mismo tiempo se sintió triste.
"¿Por qué no me dicen a mí qué juguetes quieren?" les preguntó.
Los niños se miraron sorprendidos. Nadie había pensado en preguntar a los adultos por regalos de Navidad antes.
"Pero Doña Clara, ¿no está ocupada?" dijo Ana.
"No, en realidad estoy..." empezó a explicar Clara, pero se detuvo. Se dio cuenta de que no estaba tan ocupada, solo se había olvidado de la magia de la Navidad.
Esa noche, Clara se quedó despierta, pensando en cómo reavivar la chispa de la Navidad en su corazón. Así que decidió hacer un plan. Al día siguiente, reunió a todos los niños en su taller.
"¡Voy a necesitar su ayuda!" les dijo emocionada. "Este año, no quiero hacer solo juguetes. ¡Quiero hacer juguetes juntos y también regalos para quienes los necesiten!" Los niños se miraron y sonrieron, entusiasmados.
Comenzaron a trabajar en diferentes estaciones: algunos pintaban, otros cortaban telas, mientras otros ensamblaban juguetes. Fue un verdadero taller de alegría. Mientras trabajaban, Clara comenzó a contar historias sobre la importancia de compartir y cómo la Navidad era un momento especial para dar.
"Cuando compartimos lo que tenemos, nuestro amor crece. Podremos hacer sonreír a otros y eso es el mejor regalo de todos," decía Clara mientras todos la escuchaban atentamente.
Sin embargo, no todo fue fácil. Un día, una gran tormenta se desató sobre el pueblo y muchos materiales que tenían se mojaron. Los niños estaban desilusionados.
"¡No podemos hacer juguetes si no tenemos materiales!" gritó Juanito, casi llorando.
"Es verdad..." suspiró Ana.
Pero Clara sonrió y les dijo: "No se preocupen, la Navidad no son solo los regalos. Es el amor y el esfuerzo que ponemos en hacer felices a los demás. Podemos hacer juguetes con lo que encontramos en la casa o usar nuestra creatividad."
Así que los niños se pusieron a buscar en sus casas cosas que ya no usaban: botellas, cajas de cartón, papel y hasta ropa vieja. Con todo eso, crearon juguetes únicos y creativos.
Finalmente llegó la noche de Navidad. Juntos, decoraron un árbol con las creaciones y luces que habían hecho. La familia del pueblo fue invitada al gran evento. La sala del taller estaba llena de risas y alegría.
Cuando las puertas se abrieron, los adultos quedaron boquiabiertos al ver no solo los juguetes, sino el esfuerzo y la dedicación de los niños. Cada una de esas creatividades llevaba una pequeña etiqueta que decía: "Hecho con amor para regalar".
"¡Esto es increíble!" exclamó el alcalde. "Nunca antes habíamos visto algo así. Es lo más especial que he visto en cualquier Navidad."
"Todo gracias a Doña Clara y a todos ustedes que se unieron para hacerlo posible" dijo Ana con orgullo.
Clara comprendió que realmente había recuperado la emoción de la Navidad, no solo para ella, sino para todo el pueblo. Esa noche, en lugar de regalos, se dieron abrazos y palabras de cariño.
Desde ese año, en Alegría, no solo se celebraba la Navidad con regalos, sino que cada año, todos los niños y adultos se unían para crear, compartir y recordar que la verdadera magia de la Navidad está en el amor y en dar lo mejor de uno mismo.
Y así, el regalo más bonito de todos, el de la amistad y la colaboración, quedó en el corazón de cada habitante del pueblo.
FIN.