El regalo de la perseverancia



Era una tarde soleada en el barrio de Palermo, Buenos Aires. Yo estaba caminando hacia el basurero para tirar la bolsa de residuos cuando de repente me llegó un olor muy fuerte a pata.

Me tapé la nariz con la mano y seguí caminando. Cuando llegué al basurero, vi a un anciano hurgando entre las bolsas de basura. Se veía cansado y sucio, pero aún así sonreía.

Me acerqué a él y le pregunté:- ¿Necesita ayuda? El anciano me miró sorprendido y luego asintió con la cabeza. - Sí, estoy buscando algo que pueda reciclar para vender -dijo el anciano-. Pero es difícil encontrar algo útil en este lugar.

Yo también quería ayudar al anciano, así que empecé a buscar junto con él. Revisamos varias bolsas hasta que encontramos algunas botellas de plástico vacías. - ¡Esto servirá! -exclamó el anciano emocionado-. Gracias por tu ayuda.

Mientras tanto, yo seguía oliendo mal debido al olor a pata que había sentido antes. El anciano lo notó y dijo:- Hijo, creo que tienes un problema con tus zapatos.

Me avergoncé un poco por mi olor corporal y le dije:- Sí, mis zapatos están viejos y gastados. No tengo dinero para comprar unos nuevos. El anciano se quedó pensativo por unos segundos y luego dijo:- Tengo una idea. Ven conmigo. Nos dirigimos hacia su casa cercana al basurero.

Al entrar en su hogar me sorprendí gratamente; estaba muy bien organizado y limpio. - Tengo un par de zapatos que ya no uso -dijo el anciano mientras buscaba en un armario-. Aunque son viejos, están en buenas condiciones. Toma estos.

Me entregó unos zapatos de cuero marrón que se veían muy elegantes. Me los probé y me quedaron perfectos. Además, olían a nuevo. - ¡Son geniales! Muchas gracias -le dije al anciano con una gran sonrisa en mi rostro.

Pero la historia no termina aquí. Mientras hablábamos, el anciano me contó su propia historia. Resulta que él había sido un exitoso empresario, pero después de perderlo todo por malas decisiones financieras, acabó viviendo cerca del basurero.

Sin embargo, él no se dejó vencer por las circunstancias y decidió buscar una manera de ganarse la vida reciclando materiales útiles para venderlos. Él había encontrado una nueva forma de hacer negocios y estaba contento con su vida actual.

Al final del día, aprendí dos lecciones importantes: primero, nunca subestimes a alguien debido a su apariencia o situación económica; segundo, siempre hay una solución si estás dispuesto a buscarla con determinación y creatividad.

Y así fue como ese encuentro casual entre un niño con olor a pata y un anciano reciclador cambió nuestras vidas para siempre.

FIN.

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