El regalo de Lia



En una hermosa escuela situada en medio de un barrio lleno de colores y risas, vivía una niña llamada Lia. Lia era conocida por ser muy generosa y respetuosa. Siempre tenía una sonrisa en su rostro y el corazón lleno de buenas intenciones. Sus compañeros la adoraban porque siempre sabía cómo hacerlos sentir especiales.

Un día de primavera, mientras el sol brillaba con fuerza y el aroma de las flores llenaba el aire, Lia estaba ansiosa por el recreo. Hoy, tenía una idea en mente: quería compartir algo único con su amiga Kiki, que a menudo se quedaba sola durante el recreo.

Cuando el timbre sonó, Lia corrió al patio y, al ver a Kiki sentada en un banco, se acercó rápidamente.

"Hola, Kiki!" - dijo Lia con entusiasmo. "¿Te gustaría jugar conmigo? He traído algo muy especial para compartir."

Kiki, que solía ser un poco tímida, miró a Lia con curiosidad.

"¿De verdad?" - preguntó Kiki. "¿Qué trajiste?"

"Me gustaría invitarte a hacer algo diferente. Podemos hacer una pausa en el juego y simplemente disfrutar de la compañía. Podemos charlar y disfrutar del día. No necesitamos comer nada para divertirnos, ¿verdad?"

Al principio, Kiki se sintió un poco confundida. Había estado acostumbrada a que todos los recreos giraran alrededor de las golosinas y las meriendas. Sin embargo, la idea de pasar tiempo con Lia le pareció emocionante.

"Está bien, suena divertido," - respondió Kiki, sonriendo tímidamente.

Ambas niñas se sentaron bajo un árbol frondoso. Lia comenzó a contarle a Kiki sobre su amor por los libros y cómo había leído una historia fantástica sobre un dragón que quería aprender a volar. Kiki escuchaba con atención, fascinada por la imaginación de su amiga.

"¿Sabías que las historias nos llevan a lugares mágicos?" - preguntó Lia. "A veces, no necesitamos nada más que nuestra imaginación para vivir aventuras increíbles."

Kiki asintió, sintiéndose cada vez más relajada. "Nunca lo había pensando de esa forma," - respondió. "Normalmente, creo que jugar significa solo hacer cosas divertidas y comer cosas ricas."

De repente, un grupo de niños comenzó a jugar a la pelota cerca de ellas. Kiki miró hacia el grupo, sintiéndose un poco fuera de lugar.

"Oye, Lia, ¿no te gustaría jugar al fútbol con ellos?" - sugirió Kiki. "Tal vez podríamos unirnos a ellos después de hablar."

Lia miró hacia el grupo de niños mientras pensaba.

"Claro que sí, pero antes de eso, ¿quieres que hagamos algo especial? Vamos a invitar a algunos de esos niños a jugar con nosotras. A veces, hacer nuevas amistades es lo mejor de todo."

Kiki, un poco nerviosa pero finalmente emocionada, asintió. Juntas, se acercaron al grupo de niños que jugaban.

"Hola!" - saludó Lia. "Nos gustaría jugar con ustedes, ¿pueden compartir el balón?"

Los niños miraron a ambas con sorpresa, pero sonrieron y aceptaron.

"¡Claro! ¡Cuantos más, mejor!" - dijo uno de los niños.

Así, Lia y Kiki se unieron al juego. Pronto, las risas llenaron el aire y todas las preocupaciones se desvanecieron. Kiki se sintió feliz de haber tomado la iniciativa, gracias a la generosidad de su amiga Lia.

Después de un rato, Lia se detuvo un momento, observando el cielo.

"¿Ves? No necesitamos un montón de cosas para divertirnos. Solo se necesita un poco de creatividad y amistad. A veces, los mejores momentos son los que compartimos sin esperar nada."

Kiki sonrió, sabiendo que había aprendido una gran lección. Desde ese día, cada recreo se llenaba de risas, juegos y nuevas amistades. Lia había cambiado su forma de ver el recreo y, juntos, decidieron que cada semana iba a haber un 'Día de la Amistad', donde invitarían a todos a jugar y compartir. Así, aprendieron que la verdadera alegría viene de compartir y disfrutar la compañía de los demás.

Y así, Lia y Kiki no solo se divirtieron en la escuela, sino que también aprendieron el valor de la generosidad, el respeto y la amistad auténtica. Cada recreo se convertiría en una fiesta de risas y camaradería, y eso, sin duda, fue el mejor regalo de todos.

FIN.

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