El Regalo de los Parques
Era una mañana despejada en un barrio del conurbano. Los árboles estaban adornados con luces, y los niños jugaban en la plaza central. Era la semana previa a la Navidad, y la expectativa estaba en el aire. En el corazón de la plaza, un grupo de amigos se reunía bajo la sombra de un antiguo sauce. Su líder era Sofía, una niña inquieta y curiosa que siempre soñaba con aventuras extraordinarias.
"¿No les gustaría tener un árbol de Navidad gigante en la plaza?" - propuso Sofía, mirando a sus amigos con emoción.
"Claro, pero ¿cómo lo haríamos?" - respondió Ramos, un niño travieso que siempre encontraba la forma de sacarles una sonrisa.
"Escuché que hay un viejo robot en el galpón de la municipalidad. Quizás podamos repararlo y pedirle que nos ayude a construir el árbol" - sugirió Lucas, un niño ingenioso con un amor por la tecnología.
No había tiempo que perder. Partieron en busca del galpón, planeando cómo podrían animar su barrio con un árbol hermoso. Al llegar, se encontraron con un viejo robot cubierto de polvo y óxido.
"¡Miren! ¡Es Robotino!" - exclamó Sofía.
"¿Cómo lo vamos a activar?" - preguntó Ramos.
Lucas se concentró en la parte trasera del robot, donde había un panel de acceso.
"Si encuentro el cable adecuado, podremos encenderlo" - afirmó, buscando en su mochila. "¡Aquí está!"
Con un cable y un poco de ingenio, Lucas logró hacer que Robotino se encendiera y comenzara a parpadear.
"¡Saludos, humanos! Soy Robotino, a su servicio" - dijo el robot, que estaba listo para ayudar.
"¡Queremos hacer un árbol gigante en la plaza!" - dijo Sofía con determinación.
Robotino asentó, sus mecanismos chirriando.
"Entendido. Requeriré materiales. Ustedes deben recolectar lo necesario" - dijo Robotino, mientras un pequeño panel se iluminaba con un mapa de los lugares donde podían encontrar los materiales.
"¡Vamos a buscar!" - gritaron todos, emocionados. Partieron en diferentes direcciones, cada uno con su misión: madera de los talleres, luces de la tienda del barrio, y decoraciones de las casas de los vecinos.
A medida que recogían todo, comenzaron a notar algo extraño. Los adultos que conocían, muchos de ellos peronistas, hablaban de una idea: recuperar el espíritu navideño. La Navidad no era solo un día, sino un momento de encuentro.
Entonces, Sofía tuvo una idea.
"¿Y si hacemos que el árbol no solo sea nuestro? Podríamos invitar al barrio a participar en la decoración" - sugirió.
Los amigos se entusiasmaron con el plan y fueron casa por casa invitando a la comunidad. Cuando todo comenzó a tomar forma, el barrio se unió en un esfuerzo conjunto. Lo que había comenzado como un sueño de un árbol de Navidad se convirtió en una gran fiesta.
La plaza se llenó de risas, música, y el aroma de comida casera. Robotino, ahora un miembro querido del grupo, ayudaba a colocar las luces con instrucciones precisas.
"Soy un ayudante navideño, declaración de intenciones activa" - bromeó Robotino mientras reía los niños.
Finalmente, con todos los materiales en conjunto, llegó el día de la celebración. Los amigos decoraron el árbol con adornos hechos a mano, algunas luces de colores y un gran cartel que decía: “¡Feliz Navidad, vecino! ”
Cuando se encendieron las luces, la plaza brilló como nunca. La comunidad se había unido y lo que era un simple árbol se había transformado en un símbolo de unión y trabajo en conjunto.
"¡Pero esto no se termina aquí! ¿Qué haremos el próximo año?" - preguntó Ramos desafiante.
Sofía sonrió.
"Quizás un desfile... o una feria con juegos y música. ¡Podemos soñar!" - respondió, viendo la chispa en los ojos de sus amigos.
Y mientras el árbol lucía espléndido, cada rayo de luz reflejaba no solo el espíritu navideño, sino el valor de la comunidad, la amistad y la esperanza. Las posibilidades eran infinitas y, aunque el final de esta historia era abierto, el verdadero regalo ya había sido creado: la unión de un barrio y la magia de creer juntos en un futuro lleno de sueños posibles.
Así, el año venidero prometía más aventuras y, con el amor y el trabajo en equipo, todo era posible.
FIN.