El regalo de Marcela


Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Marcela. Estaba emocionada porque se acercaba la Navidad, su época favorita del año.

Sin embargo, algo le preocupaba: cuando llegó el día de armar el árbol de Navidad junto a su familia, Marcela notó que no había ningún regalo debajo. Marcela miró con tristeza el árbol vacío y decidió que tenía que hacer algo al respecto.

Sabía que los Reyes Magos eran los encargados de llevar los regalos a los niños en Navidad, así que decidió emprender un viaje para hablar con ellos y averiguar qué estaba pasando.

Con determinación en su corazón, Marcela se puso sus abrigos más calientes y salió corriendo hacia el bosque cercano. Allí sabía que encontraría al Hada Madrina del Bosque, quien siempre estaba dispuesta a ayudar a quienes lo necesitaran. Después de caminar durante un rato, Marcela encontró al Hada Madrina sentada en un tronco.

El hada tenía alas brillantes y una sonrisa amable en su rostro. "¡Hola Marcela! ¿En qué puedo ayudarte?" -dijo el hada mientras levantaba la vista hacia ella. "Hola Hada Madrina", respondió Marcela con timidez.

"Estoy buscando a los Reyes Magos porque mi árbol de Navidad está vacío y quiero saber por qué".

El Hada Madrina escuchó atentamente y luego le explicó a Marcela que los Reyes Magos estaban teniendo problemas para llegar hasta su pueblo debido a una tormenta de nieve que había bloqueado el camino. Pero le aseguró que haría todo lo posible para ayudarla. "No te preocupes, Marcela", dijo el Hada Madrina con una sonrisa reconfortante.

"Voy a enviar un mensaje mágico a los Reyes Magos y les diré que necesitamos su ayuda aquí". Marcela se sintió aliviada y agradecida por la ayuda del hada. Juntas, escribieron un mensaje especial en un papel brillante y lo lanzaron al aire.

El mensaje voló rápidamente hacia el cielo y desapareció entre las nubes. Al día siguiente, mientras Marcela estaba jugando afuera de su casa, escuchó un ruido fuerte en el cielo.

Miró hacia arriba y vio tres figuras majestuosas montadas en camellos: eran los Reyes Magos. "¡Hola Marcela! Hemos recibido tu mensaje y hemos venido a traerte regalos", dijo Melchor mientras bajaba del camello. Marcela no podía creerlo. Los Reyes Magos habían llegado especialmente para ella.

Llenos de alegría, todos juntos fueron hasta la casa de Marcela para poner los regalos debajo del árbol de Navidad. La niña abrió emocionada cada uno de los presentes, pero algo llamó su atención: ninguno era para ella.

Todos los regalos eran para niños menos afortunados del pueblo que no tenían la posibilidad de recibir obsequios en Navidad. Marcela miró con admiración a los Reyes Magos y les preguntó por qué habían decidido darles esos regalos a otros niños en lugar de dárselos a ella.

"Querida Marcela", dijo Gaspar con una sonrisa cálida, "nosotros hemos venido para recordarte el verdadero espíritu de la Navidad. El amor y la generosidad hacia los demás son los regalos más valiosos que podemos dar".

Marcela entendió entonces que no importaba si recibía o no regalos materiales en Navidad, lo importante era compartir su alegría y amor con quienes más lo necesitaban. Desde aquel día, Marcela se convirtió en una niña muy especial.

Ayudaba a los demás y compartía su felicidad sin esperar nada a cambio. Aprendió que el verdadero regalo de la Navidad es el amor y la bondad en nuestros corazones.

Y así, todos los años, durante las navidades siguientes, Marcela continuó siendo un ejemplo para todos en su pueblo. Su historia inspiró a otros niños a ser generosos y amables con aquellos que más lo necesitan.

Y cada año, los Reyes Magos siempre encontraron un árbol lleno de amor y solidaridad al llegar al pequeño pueblo argentino.

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