El Regalo de Olentzero y Maridomingui



En un baserri en lo alto de la montaña vivían Olentzero, el amable carbonero, y su esposa Maridomingui, una mujer sabia y bondadosa. Sus días transcurrían tranquilos entre los trabajos del hogar y las mágicas historias que compartían durante las noches estrelladas.

Una mañana, mientras el frío invierno cubría todo a su alrededor, Olentzero dijo: - Maridomingui, he estado pensando en un regalo especial para los niños del pueblo. Ellos siempre esperan con ansias nuestra visita en cada Navidad.

Maridomingui, con una sonrisa, le contestó: - Eso suena maravilloso, querido. Pero, ¿qué tipo de regalo?

- Quiero que el regalo sea algo que les enseñe el valor de dar y compartir. Podríamos preparar unos juguetes, pero no juguetes comunes, sino aquellos que les ayuden a aprender a ayudar a otros.

Fue entonces que levantaron el telón de su imaginación. Olentzero decidió crear un juego de construcción a partir de madera reciclada, donde los niños tendrían que trabajar juntos para construir cosas. Maridomingui, por su parte, comenzó a escribir pequeñas historias sobre los personajes que habitarían esos juguetes, historias que fomentaran la empatía y la solidaridad.

El día antes de Navidad, Olentzero y Maridomingui se dispusieron a bajar al pueblo cargando su regalo especial. - Espero que a los niños les guste - comentó Olentzero mientras caminaban por el sendero, envuelto en una manta de nieve.

Cuando llegaron al pueblo, una multitud de niños emocionados corría hacia ellos. - ¡Olentzero! ¡Maridomingui! - gritaban, llenos de alegría.

- ¡Feliz Navidad, pequeños! - exclamó Olentzero. – Hemos traído un regalo muy especial para todos ustedes.

Los niños miraron las cajas con expectación. Al abrirlas, se encontraron con las piezas de madera y las historias escritas por Maridomingui.

- ¿Qué hacemos con esto? - preguntó uno de los niños, un pequeño llamado Andoni.

- Este juego les enseñará a trabajar en equipo y a crear cosas juntos - explicó Olentzero. - Cada vez que construyan algo, tendrán que compartirlo y ayudar a sus amigos en el camino.

Los niños miraron a Olentzero con curiosidad. - ¿Y si no tenemos suficiente para todos? - preguntó otra niña.

Maridomingui, con su voz suave, respondió: - No se preocupen, queridos. Si trabajan juntos, siempre habrá suficiente. Recuerden, la verdadera magia ocurre cuando comparten su alegría.

Así, los niños comenzaron a jugar, algunos construyeron casas, otros puentes, y aunque al principio hubo confusiones y discusiones, pronto aprendieron a intercambiar piezas y a colaborar.

- ¡Miren lo que hemos hecho! - exclamó Andoni, señalando una gran torre hecha de piezas de diferentes niños. - ¡Lo hicimos todos juntos!

- Eso es lo que significa compartir - dijo Maridomingui, que observaba con una sonrisa. - Cuando compartimos, creamos cosas maravillosas.

Con cada risa y creación, algo especial empezó a suceder. Los niños no solo aprendieron a construir, sino también a valorar el trabajo en equipo.

Como colofón a esa mágica jornada, Olentzero les contó una historia sobre un reino lejano donde todos los habitantes se ayudaban mutuamente, lo que hizo que prosperaran en amistad y paz. Al finalizar la historia, uno de los pequeños preguntó: - ¿Y si nosotros también hacemos de nuestro pueblo un lugar así?

- ¡Claro! - respondió Olentzero emocionado. - Cada vez que uno de ustedes comparta o ayude a otro, estarán creando un poco más de magia en su propio hogar.

Desde ese día, el pueblo se transformó en un lugar donde los niños aprendieron el verdadero significado de la alegría al compartir. Olentzero y Maridomingui, desde su baserri en lo alto de la montaña, siguieron alimentando esa chispa de bondad en los corazones de cada pequeño. Y así, todos vivieron felices, sabiendo que el mayor regalo era el amor y la unión que habían creado juntos.

FIN.

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