El Regalo de Oreo
Lucas era un niño muy alegre, pero desde que su abuelita se fue al cielo, se sentía triste y solitario. Sus papás, Marta y Juan, notaron que Lucas ya no jugaba ni sonreía como antes. Estaban preocupados y querían ver a su hijo feliz de nuevo.
Una tarde, Marta y Juan decidieron hablar con Lucas.
- Lucas, ¿qué te parece si vamos a la granja de animales el fin de semana? Puede que te ayude a sentirte mejor - propuso Marta con cariño.
Lucas asintió con timidez, pero en su interior no sentía muchas ganas de ir.
El sábado, llegaron a la granja y Lucas no podía ocultar su abatimiento. Pasaron por los caballos, las gallinas y los conejitos, pero a Lucas nada le sacaba una sonrisa. Hasta que algo inesperado sucedió.
- ¡Mira, papá, mamá! ¡Un perrito! - exclamó Lucas señalando a un cachorro blanco y negro con orejas levantadas.
El perrito se llamaba Oreo y al ver a Lucas, saltó de alegría moviendo la cola.
- ¿Puedo acercarme a acariciarlo? - preguntó Lucas con emoción.
- Claro que sí, hijo -respondió Juan, sonriendo.
Desde ese momento, Lucas y Oreo se volvieron inseparables. Jugaron, corrieron y se divirtieron como nunca. Las risas de Lucas llenaron de alegría el lugar, y Marta y Juan no podían creer lo feliz que estaba su hijo.
Al regresar a casa, Lucas le pidió a papá y mamá que lo dejaran adoptar a Oreo.
- Pero Lucas, tener una mascota es una gran responsabilidad. Tendrás que cuidarlo, alimentarlo y sacarlo a pasear todos los días -explicó Marta con ternura.
- Lo sé, mamá, ¡prometo cuidar muy bien de Oreo! - afirmó Lucas con determinación.
Al final, Marta y Juan aceptaron y Oreo se convirtió en parte de la familia. Con la compañía y el amor de su nuevo amigo, Lucas recuperó su alegría y entusiasmo. Ya no se sentía solo ni triste, y su sonrisa volvió a brillar como siempre.
Y así, Lucas comprendió que la amistad y el cuidado mutuo traen mucha felicidad. ¡Oreo le había regalado la alegría que tanto necesitaba!
FIN.