El regalo del amor


Había una vez una niña llamada Debora que siempre se mostraba feliz, educada, agradable y amable con todos. Era conocida en su vecindario por su actitud positiva y su sonrisa constante.

Debora vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos verdes y flores coloridas. Todos los días, al levantarse, Debora saludaba alegremente al sol y agradecía por el nuevo día que tenía por delante. Luego se preparaba para ir a la escuela.

En la escuela, Debora era muy querida por sus compañeros y maestros. Siempre estaba dispuesta a ayudar con las tareas o compartir sus materiales con aquellos que lo necesitaban.

Su amabilidad se extendía incluso hacia los animales; cuando veía un pajarito lastimado en el patio de la escuela, lo cuidaba hasta que estuviera bien nuevamente.

Un día, mientras caminaba hacia la escuela junto a su mejor amiga Camila, encontraron un gatito abandonado cerca de una caja de cartón en el callejón detrás de la panadería del pueblo. - ¡Mira lo lindo que es! -exclamó Debora emocionada-. No podemos dejarlo aquí solo. Camila asintió y ambas decidieron llevar al gatito consigo hasta encontrarle un hogar amoroso.

Durante todo el camino hacia la escuela, Debora acurrucó al gatito entre sus brazos para mantenerlo calentito. Al llegar al colegio, le pidieron ayuda a la maestra Ana para encontrarle un hogar seguro al gatito.

La maestra organizó una reunión con los padres de la clase para buscar una familia adoptiva. Mientras esperaban, Debora y Camila construyeron una pequeña casita de cartón para el gatito en un rincón del aula. Le pusieron agua y comida, y lo acariciaron suavemente mientras ronroneaba felizmente.

Cuando llegaron los padres de la clase, todos se mostraron interesados en adoptar al gatito. Sin embargo, había uno en particular que parecía muy especial: el señor Martín, un anciano amable que vivía solo.

Debora sugirió que el gatito fuera adoptado por el señor Martín, ya que él también necesitaba compañía y cariño. Todos estuvieron de acuerdo y contactaron al señor Martín para darle la buena noticia.

El día siguiente, Debora acompañó al gatito hasta su nuevo hogar con el señor Martín. Al llegar allí, vieron cómo sus ojos se llenaban de lágrimas de felicidad al ver al pequeño felino. - Muchas gracias por este regalo tan hermoso -dijo emocionado el señor Martín-.

Me sentiré menos solo ahora que tengo a este lindo gatito a mi lado. Debora sonrió ampliamente y le dio un abrazo al anciano. Sabía que había hecho algo bueno tanto para el gatito como para el señor Martín.

A partir de ese día, Debora continuó siendo feliz, educada, agradable y amable con todos. Su actitud positiva inspiraba a los demás a ser mejores personas cada día.

Y así fue como Debora demostró que con pequeños gestos amables podíamos hacer una gran diferencia en la vida de los demás. Aprendimos que ayudar y ser amables con quienes nos rodean puede traer felicidad a nuestras vidas y a las de aquellos que necesitan un poco de amor.

Debora se convirtió en un ejemplo para todos, recordándonos que siempre es posible ser felices y hacer felices a los demás simplemente siendo amables y educados. Y así, su espíritu positivo iluminó el pueblo para siempre.

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