El regalo del amor



Había una vez una niña llamada Melissa que vivía en la ciudad de Comas, en Perú. Era una niña muy alegre y curiosa, siempre buscaba nuevas aventuras para disfrutar.

Un día, Melissa cumplió años y su madrina Celina decidió llevarla a la playa de Ancón para celebrar. Ambas estaban muy emocionadas por este viaje especial. Cuando llegaron a la playa, el sol brillaba con fuerza y el mar lucía hermoso y azul.

Melissa no podía contener su emoción al ver tanta arena y agua cristalina. Rápidamente se quitaron los zapatos y corrieron hacia el mar. "¡Qué agua tan fresquita!", exclamó Melissa mientras saltaba las olas junto a su madrina.

"¡Es como nadar en un gigantesco vaso de limonada!"Ambas jugaron durante horas en el agua, construyeron castillos de arena y recolectaron almejas marinas de todos los colores. La risa resonaba en la playa mientras se divertían sin parar.

De repente, Celina recordó que había comprado helados para disfrutar después del juego en el agua. Corrió hacia la sombrilla donde habían dejado sus cosas y regresó con dos helados deliciosos.

Melissa saboreó su helado con alegría mientras miraba las fotos que habían tomado juntas ese día. "¡Mira esta foto! Parece que estamos volando sobre el mar", dijo entusiasmada. A medida que pasaban las horas, Melissa comenzó a extrañar a su mamita, quien no pudo acompañarlas debido al trabajo.

Aunque estaba feliz jugando con Celina, no podía evitar sentir un pequeño vacío en su corazón. Celina se dio cuenta de la tristeza de Melissa y decidió hacer algo especial.

"Melissa, quiero que cierres los ojos y pienses en tu mamita", le dijo su madrina. Melissa cerró los ojos obediente y pensó en su mamá. En ese momento, Celina sacó una caja envuelta con un lazo rosado y se la entregó a Melissa.

"Esto es un regalo especial de tu mamita para ti", le susurró al oído. Curiosa, Melissa abrió la caja y encontró una carta llena de amor escrita por su mamá. En ella, le contaba lo orgullosa que estaba de ella y lo mucho que la quería.

Las lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de Melissa mientras abrazaba fuertemente la carta. Aunque extrañaba a su mamita, sabía que siempre estaría presente en su corazón.

Con el ánimo renovado, Melissa volvió a jugar en la playa junto a Celina. Construyeron castillos más grandes, corrieron por la orilla del mar e incluso hicieron un picnic bajo el sol.

Al finalizar el día, mientras regresaban a casa con las mejillas sonrojadas por el sol y las manos llenas de recuerdos felices, Melissa supo que había tenido un cumpleaños inolvidable. Ese día aprendió que aunque extrañar a alguien puede ser difícil, siempre hay formas especiales de mantenerlo cerca.

La presencia física no es lo único importante; el amor verdadero trasciende cualquier distancia. Desde ese día en adelante, cada vez que Melissa extrañaba a su mamita, sacaba la carta de su bolsillo y recordaba las palabras llenas de amor que su mamá le había dejado.

Y así, nunca se sentía sola. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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