El regalo del arco iris
Había una vez, en un lejano valle rodeado de colinas verdes y flores de mil colores, un arco iris muy especial.
Este arco iris brillaba con una intensidad única y sus colores eran tan vivos que parecían pintados a mano por el mismísimo sol.
Todos los habitantes del valle esperaban con ansias la llegada del arco iris después de cada lluvia, ya que era un espectáculo maravilloso que alegraba sus corazones y les recordaba lo hermosa que es la naturaleza. Un día, el arco iris decidió que quería quedarse para siempre en el cielo. Estaba cansado de desaparecer tan rápido después de cada lluvia y anhelaba ser eterno, para seguir iluminando el valle con su belleza sin fin.
"No quiero irme nunca más", dijo el arco iris con determinación. El sol, al escuchar esto, se preocupó. Sabía que si el arco iris no desaparecía como siempre lo hacía, algo malo podría ocurrir en el valle.
Así que decidió hablar con él. "Querido arco iris", comenzó el sol con voz cálida, "tu misión es traer alegría y esperanza a todos los seres vivos del valle.
Si te quedas para siempre en el cielo, no podrás cumplir tu propósito". El arco iris reflexionó sobre las palabras del sol y entendió que tenía razón. Aunque ansiara quedarse para siempre, su verdadera felicidad estaba en compartir su magia con todos aquellos que lo admiraban.
Entonces, una idea brillante iluminó la mente del arco iris. Decidió pedir ayuda a las nubes para encontrar una solución juntos.
Las nubes escucharon atentamente al arco iris y entre todas idearon un plan maravilloso: crearían un pacto especial para permitir al arco iris quedarse por más tiempo en el cielo después de cada lluvia, pero sin romper el equilibrio natural del valle.
Así fue como a partir de ese día, cuando las nubes se reunían en el cielo tras la lluvia, formaban un puente mágico donde el arco iris podía descansar y permanecer visible durante más tiempo.
Los habitantes del valle se maravillaban ante esta nueva imagen y agradecían al arco iris por regalarles momentos llenos de luz y color. El arcoiris comprendió entonces que su verdadero valor radicaba en saber compartir su belleza efímera con generosidad y amor hacia todos los seres vivos del valle.
Y así continuó iluminando los días grises con sus colores radiantes, recordándoles a todos la importancia de disfrutar cada instante único e irrepetible en la vida. Porque aunque nada dure para siempre, los recuerdos de esos momentos especiales perduran eternamente en nuestros corazones.
FIN.