El regalo del bosque encantado
Era la víspera de Navidad en el pequeño pueblo de Almedina. Los árboles estaban decorados con luces brillantes y los niños estaban ansiosos por abrir los regalos que aguardaban bajo sus respectivos arbolitos. Entre ellos, había una niña llamada Sofía, que provenía de una familia modesta. Ella no tenía una lista larga de deseos, sino un solo anhelo: conocer a la misteriosa criatura del bosque encantado, que según cuentan los abuelos, concedía un regalo especial a quienes mostraban bondad en sus corazones.
Una mañana, mientras paseaba por el bosque, Sofía escuchó un suave susurro. "Sofía, Sofía... ven a jugar"-, decía la voz. Intrigada, siguió el sonido hasta llegar a un claro rodeado de altos árboles. Allí, entre la bruma, apareció una pequeña hada con alas brillantes.
"Hola, Sofía. Soy Luriel, el hada del bosque. He estado observando tu bondad y deseo recompensarte"-, dijo el hada, revoloteando con alegría.
Sofía, sorprendida, respondió: "¡Wow! ¿De verdad existís? Pero… no tengo nada que ofrecerte a cambio"-.
Luriel sonrió. "No necesitas darme nada. El verdadero regalo es la bondad que llevas en tu corazón"-.
"¿Y qué me vas a regalar, entonces?"-, preguntó Sofía, sintiendo una mezcla de emoción y nervios.
"Te llevaré a un lugar mágico. Ven, sígueme"-.
Bajo la luz de la luna, Luriel guió a Sofía a un rincón del bosque donde las estrellas parecían danzar. Allí, las flores brillaban como pequeños diamantes y los animales hablaban en melodías encantadoras. Pero había algo especial en ese lugar: todos los seres del bosque estaban trabajando juntos para preparar una fiesta navideña.
"¿Estás ayudando a organizar la fiesta de Navidad?"- preguntó Sofía fascinada.
"¡Sí! Todos los años celebramos la bondad y la generosidad. Pero necesitamos tu ayuda"-, explicó Luriel.
"¿Cómo puedo ayudarles?"-, inquirió la niña.
"Los animales necesitan a alguien que les enseñe a hacer juguetes, así podrán compartirlos con los niños del pueblo. ¿Te gustaría?"-.
Sofía sonrió entusiasmada. "¡Sí! Me encantaría ayudarles a hacer juguetes"-.
Los días siguientes, Sofía se convirtió en la maestra juguetera del bosque. Junto a conejos, ciervos y aves, crearon muñecos, carritos y juegos de mesa. A medida que trabajaban juntos, Sofía les contaba historias sobre la importancia de compartir y ser amables.
Finalmente, llegó la noche de la fiesta. Sofía se sintió agradecida y feliz al ver a todos los animales disfrutando de los juguetes que habían creado juntos.
"¡Mirá, Sofía! Este juguete lo hizo un ciervo con mis garras, y es el mejor de todos"-, exclamó una ardilla.
"¡Sí! Nunca había pasado un momento tan lindo"-, reconoció un pájaro.
"Gracias por enseñarnos, Sofía. El verdadero regalo no son los juguetes, sino la alegría de crear juntos"-, dijo Luriel.
Esa noche, al regresar a su hogar, Sofía entendió que la verdadera magia de la Navidad no solo estaba en recibir, sino en dar y compartir momentos especiales. Sus ojos brillaban de felicidad.
"Este año no tengo un regalo bajo el árbol, pero tengo algo mejor: muchos amigos y una nueva tradición"-, pensó mientras miraba las estrellas.
Cuando llegó el día de Navidad, Sofía se despertó con la ilusión de compartir su experiencia. Corrió al pueblo y organizó una fiesta navideña para todos los niños, donde cada uno podía jugar con los juguetes que habían creado en el bosque.
"¡Feliz Navidad!"-, gritó Sofía mientras todos los chicos se unían en risas y juegos. "La verdadera Navidad es compartir y ayudar a otros. ¡Vamos a celebrar juntos!"-.
Así, la bondad de Sofía iluminó no solo el bosque encantado, sino también el pueblo de Almedina, que aprendió que el mayor regalo esta en el amor y la amistad que compartimos con los demás.
FIN.