El regalo del corazón
interminable. Rosita escribió en su carta todos los juguetes que deseaba: una muñeca, un juego de té, una bicicleta y hasta un perro de peluche.
Estaba tan emocionada por la llegada de Papá Noel que no podía esperar para recibir todos esos regalos. Sin embargo, Rosita tenía una vecina llamada Doña Clara, una señora mayor que vivía sola. Doña Clara siempre había sido muy amable con Rosita y le contaba historias maravillosas sobre Navidades pasadas.
A pesar de tener pocos recursos, siempre se las arreglaba para hacer regalos hechos a mano para sus seres queridos. Una tarde, mientras Rosita paseaba por la ciudad, vio a Doña Clara sentada en un banco del parque.
Tenía lágrimas en los ojos y parecía triste. Rosita se acercó corriendo hacia ella y le preguntó qué le pasaba. —"Rosita" , dijo Doña Clara sollozando, "este año no podré hacer ningún regalo de Navidad. No tengo dinero suficiente para comprar materiales".
Rosita sintió mucha tristeza al escuchar esto. Recordó todas las veces que Doña Clara había sido generosa con ella y pensó en cómo podría ayudarla. "No te preocupes, Doña Clara", dijo Rosita con determinación.
"Esta Navidad, yo voy a hacerle un regalo especial". Doña Clara miró sorprendida a Rosita y le dio las gracias con cariño. Los días pasaron rápidamente y llegó la nochebuena.
En lugar de abrir sus propios regalos bajo el árbol como hacía cada año, Rosita se sentó en su habitación y comenzó a trabajar en el regalo para Doña Clara. Con papel, tijeras y mucho amor, creó un hermoso collage con fotos de momentos felices que habían compartido juntas.
Cuando llegó la mañana de Navidad, Rosita corrió emocionada hacia la casa de Doña Clara. La encontró sentada junto al árbol de Navidad, pero esta vez había una pequeña caja envuelta en papel dorado sobre sus rodillas.
"¡Feliz Navidad, Doña Clara!", exclamó Rosita. "He hecho algo muy especial para ti". Doña Clara abrió el regalo con cuidado y sus ojos se llenaron de lágrimas al ver el collage que Rosita le había hecho.
"Oh, mi querida Rosita", dijo Doña Clara emocionada. "Este es el mejor regalo que he recibido nunca. Significa más para mí que cualquier cosa material". Rosita sonrió y abrazó a Doña Clara con cariño.
En ese momento entendió que la verdadera magia de la Navidad no estaba en los juguetes ni en los objetos materiales, sino en el amor y la generosidad que podíamos compartir con los demás.
A partir de esa Navidad, Rosita aprendió a valorar lo más importante: las relaciones personales y las acciones bondadosas hacia los demás. Aprendió que dar era más gratificante que recibir y eso le dio una gran satisfacción.
Desde entonces, cada año Rosita hacía regalos especiales hechos a mano para todas las personas importantes en su vida. Y aunque tenía deseos propios de recibir juguetes nuevos, sabía que lo más valioso estaba en el amor y la amistad que compartía con las personas que le rodeaban.
Y así, Rosita creció convirtiéndose en una mujer generosa y compasiva, siempre dispuesta a ayudar a los demás. Su espíritu navideño se mantuvo vivo durante todo el año y su ejemplo inspiró a muchas personas a seguir su ejemplo. Fin.
FIN.