El regalo perdido de Bruno
Era una mañana fría de diciembre en el pequeño pueblo de San Nicolás. Bruno, un niño de diez años que asistía a la escuela primaria del barrio, soñaba con aquella tan ansiada Navidad que se acercaba. Sin embargo, no solo esperaba los regalos, sino también la alegría de pasar tiempo con sus amigos. Pero había algo que lo perturbaba: un gran miedo. Bruno tenía miedo de que, al abrir sus regalos, no encontrara el juguete que tanto deseaba: un robot que podía hablar y moverse por sí mismo.
A medida que se acercaba la fecha, su inquietud crecía. "¿Y si nadie me lo regala?"- se preguntaba cada noche antes de dormir. Su mejor amigo, Lucas, trató de animarlo. "Bruno, la Navidad es más que solo regalos. La verdadera magia está en compartir con las personas que queremos"- le decía, pero a Bruno no le bastaba.
El último día de clases antes de las vacaciones, el maestro de Bruno, el Sr. Fernández, les contó una historia. "Cuando yo era pequeño, también deseaba un juguete muy especial. Pero lo que más aprendí fue que lo más valioso no siempre se encuentra en un regalo material"-. La curiosidad de los chicos creció a medida que el maestro les hablaba sobre la generosidad y la alegría de dar, en lugar de solo recibir.
Bruno se fue a casa pensativo. "Quizás, sólo quizás, la Navidad sea más que el robot"- murmuró. Hizo una lista de todos los buenos momentos que había compartido con sus amigos y su familia, pero seguía sintiendo un nudo en el estómago.
Finalmente llegó la noche de Navidad y Bruno, ansioso, comenzó a abrir los regalos. Uno por uno, los iba desechando. Camisetas, libros, y algunos juguetes, pero el gran robot seguía sin aparecer. Su corazón latía con fuerza, mientras el miedo a no encontrarlo se hacía más intenso. Al final, sólo le quedaba un pequeño paquete con una tarjeta que decía: "Para ti, de tus amigos". Con manos temblorosas, lo abrió y vio un objeto que le era familiar, pero diferente: un kit de construcción para armar su propio robot.
"¡Pero yo quería uno que ya estaba hecho!"- exclamó, frustrado.
"¡No te enojes, Bruno!"- le dijo su hermana, acercándose "Mirá la carta"-. La leyó en voz alta: "Querido Bruno, sabemos cuánto deseabas un robot, pero este es un regalo diferente.Hoy te damos la oportunidad de crear algo único, algo que puedas llamar tuyo"-.
Bruno sintió que su furia se disipaba y que la curiosidad lo invadía. "Quizás esto sea una aventura"-, pensó. Con la ayuda de su papá y su hermana, comenzó a armarlo esa misma noche. Más tarde, descubrió que, al terminar el robot, no sólo había creado un juguete bonito, sino también unos momentos inolvidables con su familia.
Esa Navidad, Bruno no solo aprendió que el miedo a no recibir lo que deseaba no era tan importante. Se dio cuenta de que los verdaderos regalos estaban en los recuerdos compartidos y en la oportunidad de crear algo desde cero. Al final de la noche, sonriendo, se dio cuenta de lo que realmente importaba. Miró a su familia y dijo: "Gracias por ser el mejor regalo de todos"-.
Desde ese día, Bruno nunca volvió a mirar las Navidades de la misma manera. Aprendió que la verdadera magia estaba en la conexión, el amor y la creatividad que se compartía con los demás. Nunca olvidó a su robot, pero lo más importante fue lo que lo acompañaba: la alegría de la Navidad junto a sus seres queridos.
Así que, cada año, Bruno no solo esperaba recibir regalos, sino también la oportunidad de dar y crear recuerdos inolvidables junto a los que más amaba.
FIN.