El regreso a Clases y la Fórmula Mágica



Era un hermoso lunes de febrero y el sol brillaba en el cielo cuando todos los niños del barrio se preparaban para regresar al colegio. Después de un mes lleno de juegos, helados y aventuras, la idea de volver a la escuela hacía sentir un cosquilleo en el estómago. Entre ellos estaban Lía, una curiosa niña de diez años; su mejor amigo Mateo, un chico travieso; y Ana, una chica muy estudiosa que siempre llevaba un libro bajo el brazo.

"¡No puedo esperar para ver a la señorita Marta!" - exclamó Lía, mientras se ajustaba la mochila.

"Yo estoy más emocionado por el recreo, ¡será genial jugar al fútbol!" - dijo Mateo, haciendo una pirueta en el aire.

Ana, que iba arreglando sus útiles, añadió: "No se olviden de que hay un examen de matemáticas la próxima semana. ¡Hay que estudiar!"

Mientras caminaban hacia la escuela, Lía se detuvo de repente. "¿Y si hacemos algo especial para este retorno a clases? Algo que nos haga recordar que cada año trae nuevas oportunidades."

Mateo se rascó la cabeza. "¿Como una fórmula mágica?"

"¡Sí! Podríamos inventar una fórmula que nos ayude a disfrutar de este año escolar" - propuso Lía entusiasmada.

A Ana se le iluminó la cara. "Podemos hacer una lista con nuestros objetivos para este año y ponerla en un lugar visible, como una especie de póster mágico. Pero primero, tenemos que encontrar la fórmula."

Y así, los tres amigos se pusieron a pensar. Después de varios intentos fallidos, finalmente decidieron que la fórmula mágica debería incluir:

1. **La curiosidad** de aprender cosas nuevas.

2. **La diversión** para hacer de cada clase una aventura.

3. **El compañerismo** para ayudar y disfrutar juntos.

"¡Claro!" - dijo Lía, emocionada. "Con esto, estamos listos para cualquier desafío que venga."

Una vez en el aula, la señorita Marta los recibió con una amplia sonrisa. "¡Bienvenidos de nuevo! Estoy tan contenta de verlos. Hoy vamos a hacer una actividad especial."

Lía, Mateo y Ana se miraron y sintieron que su fórmula mágica estaba funcionando.

"Vamos a hablar de nuestros sueños y metas para este año" - continuó la maestra. "Luego, compartiremos una confección de un carteles inspiradores para decorarnos el aula con sus objetivos."

Los niños se iluminaron al escuchar esto. En su corazón sabían que estaban sobre la pista correcta. Después de compartir sus metas, decidieron unirlas en un solo cartel que resumiera su fórmula mágica.

"Este será nuestro recordatorio diario" - dijo Ana con orgullo al observar el cartel.

Los días pasaron y Lía se dio cuenta de que, gracias a su fórmula, todo era más fácil y divertido. Las matemáticas, que antes le parecían complicadas, eran más fácil cuando se estudiaban con Mateo y Ana. Juntos, hacían juegos matemáticos que les ayudaban a comprender mejor.

Mateo, en cambio, comenzó a ayudar a sus compañeros con el fútbol en los recreos, fomentando el espíritu de equipo y la diversión. "¡No importa si no puedes dar un pase perfecto, lo importante es disfrutar!" - decía mientras practicaban.

Ana, por su parte, empezó a leer en voz alta a sus compañeros, convirtiendo la lectura en un momento divertido. "¡Vamos a imaginarnos que somos los personajes de la historia!" - les decía mientras transformaban el aula en mundo de aventuras literarias.

Sin embargo, a mitad de año, un problema inesperado ocurrió: un nuevo grupo de estudiantes llegó al colegio y, por alguna razón, ellos parecían no encajar del todo. Algunos niños comenzaron a hacer bromas y excluir a los nuevos compañeros. Lía, Mateo y Ana se dieron cuenta de que su fórmula mágica estaba siendo olvidada.

"No podemos permitir que esto pase. Debemos aplicar nuestra fórmula" - dijo Lía con determinación.

"Exactamente. Hay que crear un espacio donde todos se sientan bienvenidos" - agregó Ana, sintiendo que era su responsabilidad.

Mateo propuso hacer un torneo de juegos, donde todos los niños, nuevos y viejos, pudieran participar y divertirse juntos. "Podemos usar nuestro cartel como inspiración. Invitemos a todos a unirse y a disfrutar juntos."

Y así fue. Organizaron el torneo durante las horas de recreo, invitaron a todos y se aseguraron de que nadie quedara afuera. Lía, Mateo y Ana fueron los encargados de guiar a los nuevos compañeros y hacer que se sintieran parte del grupo.

El día del torneo llegó y todos estaban emocionados. Diversión, risas y mucha energía llenaron el patio del colegio. Al final del día, los nuevos chicos sonreían y compartían sus propios sueños.

La señorita Marta, viendo la transformación, dijo: "Estoy tan orgullosa de ustedes. Han demostrado que la verdadera magia no está solo en los sueños, sino también en cómo hacemos sentir a los demás."

Con la llegada de cada nuevo año escolar, Lía, Mateo y Ana siempre recordaban su fórmula mágica. No solo les ayudó a disfrutar de su regreso a clases, sino que también les enseñó a ser inclusivos y a cuidar a los demás, convirtiendo su salón en un lugar especial donde todos sus sueños podían hacerse realidad.

FIN.

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