El regreso a Serraflor



En un rincón olvidado del mapa, había un pueblo llamado Serraflor. Este pueblo alguna vez fue un lugar bullicioso, lleno de risas, celebraciones y dulces aromas de pan recién horneado. Sin embargo, algo extraño había sucedido: un día, sus habitantes decidieron abandonar sus casas y marcharse a las ciudades más grandes, dejando atrás un pueblo vacío y polvoriento.

Un día, un pequeño niño llamado Tomás, que siempre había escuchado historias sobre Serraflor, decidió que era hora de explorar aquel lugar misterioso. Equipado con su mochila, que contenía una linterna, unas galletas y su inseparable cuaderno de dibujo, se puso en marcha.

Cuando llegó a Serraflor, lo primero que notó fue el silencio. No había risas, ni niños jugando. "¿Dónde estará toda la gente?"- se preguntó Tomás. Caminó por las calles vacías, mirando las casas cubiertas de polvo. De repente, se encontró con una casa un poco menos deteriorada que las demás. Se acercó y tocó la puerta.

"¿Hola?"- gritó, aunque sabía que probablemente no habría respuesta.

Pero, para su sorpresa, alguien le respondió. Un anciano de nombre Don Lucas, que había decidido quedarse a cuidar su hogar, apareció en la entrada.

"¿Qué hace un niño aquí?"- preguntó Don Lucas, con curiosidad.

"Vine a ver Serraflor. Quiero entender por qué se fue la gente"- respondió Tomás, con una chispa de entusiasmo en sus ojos.

Don Lucas sonrió. "Muchacho, muchos se fueron buscando nuevas oportunidades, pero olvidaron las maravillas de este lugar"- dijo, señalando el jardín de su casa cubierto de flores marchitas.

"¿Podemos hacer algo para que la gente regrese?"- preguntó Tomás, lleno de esperanzas.

"Quizás..."- murmuro Don Lucas. "Pero necesitaríamos un plan y un poco de magia, la magia de la comunidad"-

Tomás y Don Lucas se sentaron a pensar. Al final, decidieron organizar una gran fiesta comunitaria que pudiera atraer a los viejos habitantes. Con la ayuda del anciano y algunos objetos que Tomás llevó en su mochila, comenzaron a preparar decoraciones.

"¡Podemos hacer banderines de papel!"- exclamó Tomás, entusiasmado. "Y galletas para cuando lleguen"-

Cada día, Tomás y Don Lucas trabajaban juntos, dibujando, cocinando y limpiando. Poco a poco, el pueblo comenzó a recobrar vida. Sus risas resonaban entre las paredes de las casas, y las flores del jardín de Don Lucas comenzaron a florecer nuevamente.

Finalmente, llegó el día de la fiesta. El viento soplaba suave mientras Tomás vestía su mejor sonrisa, muy ansioso por ver a su comunidad. "¿Estás listo, Don Lucas?"- preguntó.

"Listo y con el corazón lleno de esperanza"- respondió.

Al caer la tarde, se encendieron luces de colores y un aroma delicioso llenó el aire. Los habitantes de los pueblos cercanos comenzaron a llegar, atraídos por la invitación de Tomás y Don Lucas.

Al ver el esplendor de la fiesta, la gente comenzó a mirar curiosa hacia Serraflor. "¡Mirá eso!"- decía uno. "Debemos detenernos"- decía otro.

Cuando llegaron, no podían creer lo que veían: risas, juegos, música, y el invitado de honor, el mejor dulce de galletas del mundo.

"¡Bienvenidos a Serraflor!"- gritó Tomás con alegría. "¡Este es su hogar, vengan a compartirlo con nosotros!"-

La magia de la comunidad comenzó a hacer efecto. Cada vez más gente se acercaba y, por primera vez en años, Serraflor volvió a brillar. Don Lucas se unió a los abrazos, y juntos bailaron y rieron hasta que las estrellas aparecieron en el cielo.

Al final de la noche, la gente, maravillada por el encanto de Serraflor, decidió volver y quedarse. "Nosotros somos la magia"- decía Tomás, mientras un nuevo amanecer iluminaba el pueblo.

Y así, gracias a la valentía de un pequeño niño y la sabiduría de un anciano, Serraflor volvió a ser un lugar lleno de vida, donde cada rincón estaba repleto de sonrisas, amistad y dulces galletas.

"La verdadera magia está en compartir y cuidar nuestro hogar"- le dijo Don Lucas a Tomás mientras miraban juntos a las estrellas.

Y desde entonces, cada vez que un niño en Serraflor mira al cielo, recuerda que el poder de la comunidad puede hacer florecer incluso los lugares más desiertos.

FIN.

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