El Regreso de Juan



Había una vez un hombre llamado Juan que había sido un gran jugador de básquet en su juventud. Pero después de años sin practicar, se había alejado del deporte y se dedicó a su familia y trabajo.

Sin embargo, siempre recordaba con cariño aquellos días en los que era el líder de su equipo. Un día, su hijo menor, Tomás, le preguntó: "Papá, ¿por qué no volvés a jugar al básquet? Yo sé que te encantaba".

Juan se sorprendió por la sugerencia de su hijo pero pensó en ello durante unos días. Finalmente decidió intentarlo. Juan comenzó a entrenar casi todos los días después del trabajo y los fines de semana jugaba con algunos amigos.

Al principio fue difícil para él recuperar la forma física y técnica necesaria para jugar bien al básquet. Pero poco a poco fue mejorando y ganando confianza.

Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque local, el entrenador del equipo local lo vio jugar y quedó impresionado por sus habilidades. El entrenador le preguntó si estaría interesado en unirse al equipo mayor del club local.

Juan estaba emocionado pero también nervioso porque nunca había jugado en un equipo organizado antes. Sin embargo, decidió aceptar la oferta. El primer partido fue difícil para Juan ya que tenía que acostumbrarse a jugar con otros jugadores nuevamente.

Pero rápidamente encontró su ritmo y comenzaron a llegar las victorias gracias a sus habilidades excepcionales. A medida que pasaban las semanas y los partidos continuaban aumentando tanto la confianza como el respeto hacia Juan crecían cada vez más entre sus compañeros.

Juan se había convertido en la estrella del equipo y todos lo admiraban. En el partido final de la temporada, el equipo necesitaba ganar para clasificar a los playoffs.

Faltando solo segundos para el final del juego, el marcador estaba empatado y Juan tenía la pelota en su poder. Todos esperaban que él hiciera una jugada espectacular. Juan dribló hacia la canasta contraria y saltó para hacer un tiro imposible.

La pelota voló por encima de las manos de los defensores y entró limpiamente al aro, justo cuando sonaba la chicharra que indicaba el fin del partido. El equipo de Juan había ganado gracias a su increíble actuación.

Todo el mundo se acercó a felicitarlo y levantarlo en hombros mientras gritaban "¡Juan! ¡Juan!". Tomás estaba entre ellos, con lágrimas en los ojos porque estaba muy orgulloso de su papá.

Él sabía que su padre era un verdadero campeón y que nunca debería dudar de sus habilidades ni dejar de perseguir sus sueños. Desde ese día, Juan continuó jugando al básquet con pasión e inspiración para muchos otros deportistas mayores como él que creían haber perdido sus habilidades juveniles pero no su espíritu competitivo ni amor por el deporte.

FIN.

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