El regreso de la liebre blanca


Había una vez un niño llamado Martín, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de hermosos campos y bosques.

Un día, mientras exploraba el bosque, Martín se encontró con algo muy especial: ¡una liebre! La liebre era blanca como la nieve y tenía grandes ojos brillantes. Martín no podía creer lo que veían sus ojos. La liebre parecía asustada y confundida, así que Martín decidió acercarse lentamente para no asustarla más.

- Hola, pequeña liebre -dijo Martín suavemente-. No tengas miedo, no te haré daño. La liebre miró a Martín con cautela pero no huyó. Parecía entender las palabras del niño. - ¿Estás perdida? -preguntó Martín preocupado.

La liebre asintió con la cabeza y emitió un suave chillido como respuesta. Martín sabía que tenía que hacer algo para ayudar a la pobre liebre a encontrar su camino a casa. Decidió llevarla al refugio de animales del pueblo para ver si alguien podía ayudarlo.

Cuando llegaron al refugio de animales, fueron recibidos por el amable señor Tomás, quien se emocionó mucho al ver la preciosa liebre blanca. - ¡Vaya! -exclamó el señor Tomás-. Nunca había visto una liebre tan hermosa antes.

¿Cómo te encontraste con ella? Martín le contó toda la historia al señor Tomás sobre cómo se había encontrado a la liebre en el bosque y cómo estaba perdida.

El señor Tomás sonrió y dijo:- Martín, has hecho algo muy especial al traer a esta liebre aquí. Podemos cuidarla y asegurarnos de que esté a salvo hasta que encontremos su hogar. Martín se sintió feliz sabiendo que había ayudado a la liebre.

Visitaba al señor Tomás todos los días para ver cómo estaba la liebre y aprender más sobre ella.

Un día, el señor Tomás le dijo a Martín que no habían podido encontrar el hogar de la liebre, pero que no debía preocuparse porque había encontrado un lugar seguro donde vivir. - Creo que esta liebre necesita un nombre -dijo el señor Tomás-. ¿Tienes alguna idea? Martín pensó por un momento y luego sonrió. - La llamaré —"Estrella"  -dijo Martín-.

Porque brilla como una estrella en el cielo nocturno. El señor Tomás asintió con alegría y Estrella parecía contenta con su nuevo nombre. Pasaron los días y Martín visitaba a Estrella todos los días en su nuevo hogar en el refugio de animales.

Una tarde, cuando Martín llegó al refugio, se encontró con una sorpresa maravillosa. Estrella tenía tres pequeñas crías junto a ella. Eran tan adorables como su madre y tenían ojos brillantes como ella.

Martín estaba emocionado por este nuevo capítulo en la vida de Estrella y sus crías. Decidió hacer todo lo posible para ayudarlas también, así que comenzó a recolectar alimentos frescos del bosque para llevarles cada vez que las visitaba.

Con el tiempo, Estrella y sus crías crecieron fuertes y saludables. Martín sabía que había hecho una diferencia en sus vidas, y eso lo hacía sentir orgulloso. La historia de Martín y Estrella se convirtió en la charla del pueblo.

La gente admiraba el amor y cuidado que Martín había mostrado hacia los animales, y comenzaron a hacer lo mismo. Así, el pequeño acto de bondad de Martín inspiró a toda la comunidad a proteger y cuidar de los animales que habitaban su alrededor.

Y todo comenzó con un encuentro mágico entre un niño y una liebre llamada Estrella.

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