El regreso de la mamá gata



Había una vez en un pequeño barrio, una madre gata llamada Minina y su adorable hijo, un gatito llamado Tigrillo. Tigrillo era muy juguetón y le encantaba explorar cada rincón del vecindario. Pero un día, mientras corría detrás de una mariposa, se perdió. Cuando se dio cuenta de que no podía encontrar a su mamá, empezó a asustarse.

—¡Mami! ¡Mami! —llamaba Tigrillo mientras iba de un lado al otro, tratando de reconocer el camino de regreso a casa—. ¿Dónde estás?

Mientras tanto, Minina se encontraba en su hogar, buscando desesperadamente a su querido hijo. Había revisado debajo de cada silla, detrás de cada árbol y hasta en lo alto de las ramas.

—¿Dónde estará mi pequeño Tigrillo? —se preguntaba con gran preocupación—. No puedo quedarme aquí sin él.

Así que, en un arrebato de desesperación, salió a buscarlo, sin pensar en descansar ni hidratarse. Caminó de un lado al otro, llamándolo por su nombre.

—¡Tigrillo! ¡Ven aquí, cariño! —gritaba.

Tigrillo, en su búsqueda, también había llegado a un callejón donde un grupo de gatos callejeros estaba jugando. Aunque al principio les observaba con curiosidad, pronto se sintió triste y solo.

—¿Qué te pasa, amiguito? —le preguntó uno de los gatos callejeros—. Pareces angustiado.

—Me perdí. No sé dónde está mi mamá —respondió Tigrillo mientras se limpiaba una lágrima con su patita—. No sé qué hacer.

Los gatos callejeros le animaron a que hiciera un pequeño recorrido para ver si podía encontrar una pista sobre su madre. Así que decidió intentarlo. De derecha a izquierda, corrió por las calles, mientras el sol empezaba a ocultarse. Cada vez más desesperado, estaba a punto de rendirse cuando, de repente, decidió dar un giro en su ruta y explorar el parque.

Minina, que había estado buscando durante horas, también llegó al parque y, al escuchar un pequeño maullido, se acercó. En un rincón, encontró a su querido Tigrillo.

—¡Mami! —exclamó el gatito, saltando hacia ella.

—¡Tigrillo! —dijo Minina, llenándose de alegría mientras lo abrazaba con su patita—. Estaba tan preocupada por vos.

Ambos gatitos se abrazaron con ternura, pero justo en ese momento, Minina se dio cuenta de que la preocupación le había generado hambre. Miró a su alrededor y recordó que le había prometido a Tigrillo que irían a comprar chipa ji, una deliciosa comida que tanto le gustaba.

—¿Te parece si celebramos este reencuentro con unas chipas? —preguntó sonriendo—. Compré de los más ricos en la panadería de la esquina.

—¡Sí! —respondió Tigrillo entusiasmado—. ¡No hay nada mejor que unas chipas después de un día tan complicado!

Y así, juntos, fueron a la panadería, disfrutando de un hermoso día en familia y de las deliciosas chipas. Aprendieron que, aunque a veces las cosas se complican, siempre hay que seguir buscando y nunca rendirse, porque el amor siempre encuentra la forma de reunirnos nuevamente.

Desde aquel día, Minina y Tigrillo se volvieron inseparables y nunca más se perdieron el uno del otro. Y todos los días recordaban cómo había sido su reencuentro, celebrándolo con una rica chipa ji, porque sabían que en la familia siempre hay espacio para compartir y disfrutar de lo simple, y sobre todo de cada momento juntos.

FIN.

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