El Regreso de los Guerreros
En un pequeño pueblo escondido entre montañas y ríos cristalinos, vivían dos valientes chicos llamados Lucas y Mateo. Eran conocidos como los guerreros más fuertes de su aldea, siempre listos para enfrentar cualquier desafío que se les presentara. Un día, su pueblo fue amenazado por un feroz dragón que se había apoderado de un tesoro sagrado.
"Debemos enfrentarnos a ese dragón, ¡no podemos dejar que atemorice a nuestra gente!" - dijo Lucas, con determinación en su voz.
"Sí, juntos somos invencibles, como siempre. ¡Vamos!" - respondió Mateo, con una sonrisa confiada.
Los dos amigos se prepararon para su misión, armándose con espadas de madera y escudos hechos con hojas de los árboles. Cuando llegaron a la cueva del dragón, se encontraron con una criatura aterradora, escamas brillantes y fuego brotando de su boca. Sin embargo, Lucas y Mateo no se dejaron intimidar. Se lanzaron al ataque con valentía.
Después de una feroz batalla, en un inesperado giro, el dragón tomó por sorpresa a Lucas. En un instante, lo derribó y, aunque Mateo luchó con todas sus fuerzas, el dragón había sido más rápido. Cuando todo terminó, Mateo se encontró solo, con su amigo y compañero caído a su lado.
"No, no puede ser... Lucas, despierta!" - gritó Mateo, con lágrimas en los ojos.
Sintiéndose roto, Mateo recordó una antigua leyenda de su abuelo, sobre una flor mágica que crecía en la cima de la Montaña del Eco. Se decía que esa flor era capaz de darle una segunda oportunidad a quienes la merecían. Sin pensarlo dos veces, decidió ir en busca de la flor, decidido a traer de vuelta a su amigo.
Mateo comenzó su travesía hacia la montaña, enfrentándose a ventiscas y senderos escarpados, mientras recordaba las risas y aventuras que había compartido con Lucas.
"No te preocupes, amigo. Voy a encontrarte, lo prometo." - susurró mientras subía la montaña, con el corazón lleno de esperanza.
Al llegar a la cima, encontró la hermosa flor que brillaba bajo la luz del sol. Sin dudarlo, la cortó y la llevó de regreso al pueblo. Sin embargo, en su camino de regreso, se encontró con el dragón una vez más.
"¿A dónde crees que vas, pequeño guerrero?" - rugió el dragón, con un tono amenazante.
Mateo, aunque asustado, no se dejó llevar por el miedo.
"Vengo a devolverle la vida a mi amigo, Lucas. No te tengo miedo. Lo que hiciste estaba mal, y no tienes razón para seguir atacando a nuestro pueblo." - dijo Mateo con voz firme.
El dragón, sorprendido por la valentía del chico, comenzó a reirse.
"¿Crees que una simple flor puede lograr eso?" - se burló.
"No es solo una flor. Es la esperanza de un amigo que luchó como un verdadero guerrero. Quiero que entiendas que la valentía no está en lastimar a otros, sino en proteger a quienes amamos." - proclamó Mateo.
Algo en las palabras del chico hizo que el dragón titubeara. Había estado solo durante tanto tiempo, y sus actos habían traído mucho dolor. Los ojos del dragón se suavizaron, y por primera vez, sintió un remordimiento.
"Quizás he cometido un error.¿Cómo puede un niño como vos ser tan valiente?" - preguntó el dragón, intrigado.
"La valentía también es reconocer cuando hemos hecho mal. Te desafio a ser mejor. ¿Quieres acompañarme y ver si podemos ayudar a Lucas juntos?" - sugirió Mateo, tendiendo su mano hacia el dragón.
El dragón, sorprendido por esta nueva oferta, asintió con la cabeza. Juntos, los tres, regresaron al pueblo. Mateo usó la flor mágica en su amigo, y en un instante, Lucas despertó, como si estuviera durmiendo.
"Mateo... ¿Qué pasó?" - preguntó Lucas confundido pero feliz al ver a su amigo.
"Lo logramos, ¡estás de vuelta!" - exclamó Mateo, lleno de alegría.
El dragón, avergonzado, pidió perdón al pueblo y prometió protegerlo en lugar de aterrorizarlo. Desde ese día, el dragón se convirtió en un aliado y un guardián del pueblo, mientras Lucas y Mateo aprendieron que la verdadera fuerza reside en la amistad y la valentía para hacer lo correcto.
Y así, los tres se convirtieron en leyendas, demostrando que un gran corazón puede vencer a cualquier adversidad.
FIN.