El Regreso de mi Hermana



Era una mañana soleada cuando Sofía, mi hermana mayor, se fue a trabajar. Ella siempre me decía que estaba aprendiendo muchas cosas y que, aunque a veces era difícil, valía la pena por todo lo que podía traer a casa. Yo me quedé en casa con un poco de ansiedad, imaginando cuál sería su regreso.

"¿Qué será lo que me traerá hoy?" - me preguntaba mientras jugaba en el jardín.

Al caer la tarde, vi su sombra acercándose y mi corazón se llenó de emoción. Sofía llegó con una sonrisa enorme y una bolsa gigante a cuestas.

"¡Mirá lo que traigo!" - exclamó mientras dejaba la bolsa en el suelo.

Sofía empezó a sacar cosas: una pelota de fútbol, libros de cuentos, un set de lápices de colores y hasta un rompecabezas gigante.

"¡Es increíble!" - grité, tratando de contener mi alegría. "¿Por qué trajiste tantas cosas?"

"Porque aprendí que compartir es muy bonito. Y como hoy fue un día especial, decidí traer algo para cada uno de mis amigos y también algo para vos."

Me emocionó mucho lo que dijo. Sin embargo, justo en ese momento, escuchamos un ruidito que venía del jardín.

"¿Qué fue eso?" - pregunté, mirando a Sofía con curiosidad.

Nos acercamos y encontramos un pequeño gato que estaba atrapado entre unas ramas. Era blanco con manchas negras y maullaba débilmente.

"¡Pobre gatito!" - exclamé. "Tenemos que ayudarlo."

"Tienes razón. Vamos a ser valientes y a rescatarlo" - dijo Sofía, mientras buscaba unas tijeras para liberar al gato.

Una vez que logramos despejarlo, el pequeño gato nos miró con ojos brillantes. Pero, a pesar de estar libre, no quería moverse.

"Quizás está asustado. Tal vez necesitamos ofrecerle algo para que se sienta mejor" - sugirió Sofía.

Recordé los snacks que había en la bolsa.

"¡Mirá!" - dije mientras sacaba una galletita de pollo. "Podemos darle esto."

Sofía asintió, y al instante el gatito dejó de maullar y empezó a acercarse. Con cautela, le ofrecí la galletita.

"¡Lo logró!" - celebré cuando el gato comenzó a comer, desplomándose en el suelo una vez satisfecho.

"A veces, las cosas pequeñas pueden hacer grandes diferencias" - reflexionó Sofía.

De repente, el gato se acomodó en mi regazo y cerró sus ojos. Sofía y yo nos miramos con una sonrisa.

"¿Y si lo llevamos a casa?" - sugerí.

"Es una gran idea, pero primero debemos encontrarle un nombre" - respondió Sofía.

Me quedé pensando durante unos segundos.

"¿Qué te parece… —"Manchitas" ?" - propuse, y a Sofía le gustó la idea.

Llevamos a Manchitas dentro de casa, y en ese momento, el ambiente se llenó de risas y alegría. Sofía preparó un pequeño lugar para el gato mientras yo organizaba los nuevos juguetes y libros que ella había traído.

"Hoy no solo me trajiste cosas, sino también un nuevo amigo" - dije.

"Exactamente, y con él podemos aprender sobre la responsabilidad y el cariño que hay que darle" - comentó Sofía mientras se acomodaba a mi lado.

Ese día no solo aprendí lo valioso que es compartir, sino que también descubrí que ayudar a otros, aunque parezca un gesto pequeño, puede cambiar el mundo de alguien más.

Después de un tiempo, Sofía terminó de organizar todo y me miró con una chispa en los ojos.

"¿Vamos a leer un cuento juntos?" - preguntó.

"¡Sí!" - respondí emocionado, mientras ambos nos acomodábamos en el sofá, con Manchitas acurrucado entre nosotros.

Y así, el regreso de mi hermana no solo trajo cosas maravillosas, sino también una lección que jamás olvidaremos: en la vida, lo que realmente cuenta es compartir momentos y ayudar a los que nos rodean.

FIN.

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