El regreso de Remi



Había una vez, en un barrio muy tranquilo de Buenos Aires, un gato llamado Remi. Remi era conocido por ser el más inquieto y juguetón de todos los gatos del vecindario.

Siempre estaba correteando de un lado a otro, persiguiendo mariposas o jugando con sus amigos felinos. Un día soleado, mientras su dueña lo acariciaba en el patio trasero de la casa, Remi vio a lo lejos a un pájaro que revoloteaba cerca del tejado.

Sin pensarlo dos veces, el travieso gato salió corriendo detrás del ave, saltando cercas y esquivando macetas hasta que desapareció de la vista.

La dueña de Remi lo buscó por todas partes, preguntó a los vecinos y recorrió las calles del barrio llamando su nombre, pero no hubo rastro del gato inquieto. Días pasaron y la tristeza invadió la casa sin la presencia de Remi. Todos extrañaban sus travesuras y alegría.

"¿Dónde estará Remi? Seguro está perdido y asustado", decía la dueña con lágrimas en los ojos. Pero lo que nadie sabía era que Remi había decidido explorar más allá de su pequeño mundo conocido. Había emprendido una aventura hacia lugares nuevos y emocionantes.

Remi caminó durante días por calles desconocidas, conociendo otros animales e incluso haciendo amigos en el camino. A pesar de estar disfrutando de su libertad, algo en su corazón le recordaba a su hogar y a las personas que lo querían.

Una noche oscura y fría, mientras Remi se refugiaba bajo un árbol para dormir, escuchó maullidos lejanos que provenían de algún lugar cercano.

Movido por la curiosidad y la esperanza, decidió seguir aquellos sonidos hasta encontrarse con una familia de gatos callejeros que compartían comida y calor entre sí. "Hola amigos ¿puedo quedarme con ustedes esta noche?", preguntó tímidamente Remi.

Los gatos callejeros aceptaron al instante al nuevo compañero animal y juntos pasaron la noche contándose historias sobre sus vidas en las calles. A pesar de haber encontrado cariño entre desconocidos, Remi sintió nostalgia por su hogar y decidió regresar al barrio donde todo comenzó. Con valentía y determinación, remontó el largo camino de vuelta a casa.

Sus patitas cansadas anhelaban reencontrarse con los rostros familiares que tanto extrañaba. Y finalmente, después de muchas aventuras vividas en su travesía solitaria, Remí llegó a la puerta familiar donde fue recibido con abrazos cálidos y lágrimas felices.

"¡Remí! ¡Estás vivo! ¡Qué alegría tenerte de vuelta!", exclamaban todos emocionados al ver al travieso gato regresar sano y salvo después de tanto tiempo perdido.

Desde ese día en adelante, Remí siguió siendo tan inquieto y juguetón como siempre; pero ahora valoraba aún más los momentos junto a quienes lo querían realmente: su familia humana y sus nuevos amigos felinos callejeros.

FIN.

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