El Regreso de Romeo
Había una vez cinco amigos inseparables: Romeo, Iker, Ángelo, Benji y Emilio. Todos los días, después de clases, se juntaban a jugar al baloncesto en la plaza de su barrio o a desafiarse en juegos de mesa hasta la noche. Eran un equipo en todo, y tenían un secreto muy especial: siempre se apoyaban unos a otros, no importaba qué pasara.
Un día, la alegría de sus días se vio empañada. Romeo, el más divertido del grupo, comenzó a comportarse de manera extraña. Primero, dejó de hacer chistes; luego, dejó de ir a la cancha. Sus amigos estaban preocupados, pero no sabían qué hacer.
"¿Chicos, qué le pasa a Romeo?" - preguntó Iker, mientras lanzaba el balón al aro y fallaba.
"No sé, pero no se lo ve bien. Hace dos meses que no va al colegio", respondió Benji, mirando hacia el suelo.
"Tal vez deba hablar con él. No podemos dejar que se sienta solo", sugirió Emilio.
"Tenés razón. Vamos a su casa", agregó Ángelo.
Ese fin de semana, los amigos decidieron visitar a Romeo. Se armaron de valor y fueron hasta su casa. Al llegar, tocaron la puerta.
"¿Quién es?" - preguntó una voz desde adentro.
"¡Somos nosotros, Romeo! ¡Abri!" - gritó Iker, emocionado.
La puerta se abrió, y ellos encontraron a Romeo sentado en su cama, con una mirada triste.
"Hola, chicos..." - dijo Romeo, esbozando una sonrisa.
"¿Por qué no venís al cole? Te extrañamos, hermano" - le dijo Emilio con preocupación.
"No sé, no me siento bien..." - murmuró Romeo.
Los amigos se acercaron, y sin pensarlo, empezaron a contarle historias graciosas de la escuela y cómo lo extrañaban.
"Ayer, hicimos un torneo de juegos de mesa, y perdimos contra las chicas... ¡Nunca había sido tan vergonzoso!" - se rió Ángelo.
"¡Sí! Y ahora estamos pensando en un plan para ganarles la próxima vez" - agregó Benji, mientras se animaban todos.
Poco a poco, la sonrisa de Romeo volvió al rostro.
"La verdad es que los extraño un montón…" - confesó.
Esa tarde, sus amigos le propusieron una idea.
"¿Qué te parece si organizamos un torneo de baloncesto en el parque? Podés ser el capitán de nuestro equipo", le dijo Iker.
"¡Sí! Podés mostrarles a todos lo bueno que sos!" - añadió Emilio.
A pesar de que al principio dudó, poco a poco, la idea comenzó a entusiasmarlo.
"¿De verdad creen que podría?" - preguntó Romeo, con un brillo en los ojos.
"¡Claro! Aún tienes el talento. Mirá lo que hicimos juntos en el pasado. ¡Nadie puede sustituir tu mezcla de talento y humor!" - afirmó Ángelo.
Los amigos se pusieron manos a la obra, organizaron el torneo y lo anunciaron para el sábado. Se prepararon para que fuera un evento especial: pintura de caras, música y mucha comida. Cuando llegó el día, el parque estaba repleto de chicos, todos entusiasmados por jugar.
Romeo, al ver a todos los rostros amigos y el ambiente festivo, tomó el balón en sus manos como si el tiempo no hubiera pasado.
"¡Vamos a ganar, equipos!" - gritó. Su voz resonó con confianza.
El torneo fue un éxito. Jugaron, rieron, y los amigos redescubrieron la alegría de compartir juntos. Al final del día, Romeo sintió que, aunque había estado ausente, nunca había estado solo. Estaba rodeado de amigos que se preocupaban por él. Al caer el sol, se abrazaron y prometieron cuidarse siempre, sin importar lo que pasara.
"Gracias, chicos, por no rendirse conmigo" - dijo Romeo, con una gran sonrisa, feliz de estar de vuelta en su equipo.
Así, aprendieron la importancia de la amistad y de estar ahí en los momentos difíciles, demostrando que juntos pueden superar cualquier obstáculo. Y desde entonces, nunca dejaron de apoyarse, disfrutando cada momento como el tesoro que es, construido sobre el amor y la confianza.
FIN.