El regreso del gatito amado
Había una vez una abuela llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo. La abuela Sofía era muy cariñosa y siempre estaba rodeada de su familia y amigos. Pero había algo que faltaba en su vida: un gatito.
La abuela Sofía amaba a los animales, pero nunca había tenido uno propio. Siempre admiraba a los gatos que veía pasear por el vecindario, con sus ojos brillantes y su pelaje suave.
Soñaba con tener uno para poder cuidarlo y darle todo su amor. Un día, mientras la abuela Sofía paseaba por el parque del pueblo, escuchó un maullido desesperado proveniente de unos arbustos cercanos. Siguiendo el sonido, encontró a un pequeño gatito perdido.
El gatito era gris con manchas blancas y tenía los ojos azules como el cielo. Estaba asustado y tembloroso. La abuela Sofía lo tomó entre sus brazos y sintió una conexión instantánea con él.
"¡Oh, mi querido gatito! No te preocupes más, ahora estarás seguro", dijo la abuela Sofía acariciando al minino. Decidió llevarlo a casa para cuidarlo hasta encontrar a sus dueños o encontrarle un hogar permanente si no aparecían.
Le dio comida, agua y le hizo una cama cómoda en una caja de cartón forrada con mantas calentitas. Durante varios días, la abuela Sofía buscó incansablemente al dueño del gatito perdido. Puso carteles por todo el pueblo e incluso publicó anuncios en las redes sociales.
Pero nadie reclamaba al gatito. La abuela Sofía pensó que tal vez el gatito estaba destinado a ser su compañero y decidió llamarlo —"Pelusa" .
Juntos, la abuela Sofía y Pelusa pasaron días felices en los que jugaban, se mimaban y exploraban juntos el pueblo. La abuela Sofía le enseñó a Pelusa cómo usar la caja de arena y cómo cuidar de sí mismo. Un día, mientras paseaban por el parque, un niño llamado Juanito se acercó corriendo hacia ellos.
Tenía una mirada triste en su rostro. "¡Abuela Sofía! ¡Ese es mi gatito perdido! Se llama Copito", exclamó Juanito señalando a Pelusa. La abuela Sofía sintió un nudo en su estómago.
Ella había aprendido a amar mucho a Pelusa, pero sabía que si él era realmente el gato de Juanito, debían estar juntos nuevamente. "Lo siento mucho, Juanito.
Pensé que este era mi gatito perdido", dijo la abuela Sofía con lágrimas en los ojos mientras entregaba a Pelusa a Juanito. Juanito tomó cariñosamente a Copito entre sus brazos y lo acarició con ternura. Agradeció a la abuela Sofía por haber cuidado tan bien de su mascota mientras estuvo perdida.
La abuela Sofía sonrió tristemente y le dio un fuerte abrazo a Juanito antes de despedirse del pequeño animal amigo que tanto había amado. Aunque fue difícil para ella dejar ir al gatito, sabía que había hecho lo correcto.
La abuela Sofía volvió a su casa, sintiéndose un poco triste pero también feliz por haber ayudado a Copito y haberlo conocido. Pasaron los días y la abuela Sofía extrañaba mucho a Pelusa.
Pero sabía que siempre tendría en su corazón el amor que compartieron mientras estuvieron juntos. Un día soleado, mientras la abuela Sofía estaba sentada en su jardín, escuchó un maullido cercano. Miró hacia arriba y vio a Pelusa trepando por el árbol.
"¡Pelusa! ¿Eres tú?", exclamó la abuela Sofía sorprendida y emocionada. Pelusa saltó de la rama del árbol directamente a los brazos de la abuela Sofía. Parecía más grande y fuerte desde la última vez que lo vio.
La abuela Sofía se dio cuenta de que Pelusa había decidido volver con ella porque sabía cuánto lo amaba y extrañaba. Desde ese día, vivieron felices juntos, creando recuerdos maravillosos para toda la vida.
Y así es como el gatito perdido de la abuela Sofía encontró su hogar para siempre, demostrándole a todos que el amor verdadero siempre encuentra su camino de regreso.
FIN.