El Reino de Enzo



Había una vez un nene llamado Enzo, que vivía en un pequeño pueblo rodeado de grandes montañas y hermosos bosques. Desde que era muy pequeño, Enzo había desarrollado un amor especial por los leones y los tigres. Sus paredes estaban decoradas con pósters de estos majestuosos animales y cada noche, antes de dormir, soñaba con ser rey de la selva como su personaje favorito, Simba, del Rey León.

Un día, mientras caminaba por el bosque, Enzo decidió aventurarse un poco más allá de lo habitual. De repente, se encontró frente a una cueva bastante oscura.

"¿Qué habrá dentro?" - se preguntó curiosamente, sintiendo otro impulso de aventura que siempre lo había acompañado.

Sin pensarlo dos veces, se acercó y entró. En el interior, la cueva estaba llena de brillantes cristales que reflejaban la luz y había un suave murmullo que parecía un canto lejano. Tras caminar un poco más, Enzo se topó con una escena mágica: un grupo de animales de la selva estaba reunido, y entre ellos, un joven león y un tigre estaban en medio de una discusión.

"¡No puede ser!" - exclamó Enzo, con los ojos muy abiertos.

El león, que se llamaba Leo, estaba furioso.

"¡Es injusto! Siempre quiero ser el rey de la selva, pero mis amigos nunca me escuchan."

El tigre, que se llamaba Tico, respondió:

"No es solo tu reino, Leo. Todos deberíamos tener voz. Es nuestra selva, no solo la tuya."

Enzo, sintiendo el peso de la situación, se acercó tímidamente.

"Hola, ¿puedo ayudar en algo?"

Los animales se dieron vuelta, sorprendidos por la presencia del niño.

"¿Quién eres?" - preguntó Leo.

"Soy Enzo, un gran admirador de los leones y tigres. Creo que podría dar una idea sobre cómo resolver su problema."

Leo y Tico se miraron, intrigados.

"Está bien, Enzo, cuéntanos," - dijo Tico, interesado.

"Podrían hacer una reunión en la que todos los animales de la selva puedan expresar sus ideas. Así, cada uno podrá contar lo que siente, ¡y podrían encontrar una solución juntos!"

Los animales comenzaron a murmurar entre ellos, y pronto todos estuvieron de acuerdo.

"¡Esa es una gran idea!" - exclamó Leo, sonriendo por primera vez.

Al día siguiente, Enzo y los animales organizaron una gran asamblea en un claro del bosque. Todos los animales llegaron: aves, ciervos, tortugas y, por supuesto, leones y tigres. Enzo se convirtió en el moderador; se sentía como un pequeño rey.

"¡Bienvenidos todos! Hoy, vamos a hablar y escuchar las voces de cada uno," - comenzó Enzo, con determinación.

Los animales compartieron sus pensamientos y sentimientos. A medida que avanzaba la reunión, se dieron cuenta de que, al trabajar juntos, podían encontrar soluciones para vivir en armonía. Leo mencionó su deseo de ser un buen rey, pero también entendió que debía escuchar las necesidades de otros. Tico, por su parte, se dio cuenta de que era importante colaborar y no solo pensar en sí mismo.

Al finalizar la asamblea, todos los animales aplaudieron a Enzo.

"¡Eres increíble, Enzo!" - dijo Tico.

"Gracias por enseñarnos que todos somos parte de esta selva y que debemos trabajar juntos.” - añadió Leo, colocando su pata sobre el hombro de Enzo.

Enzo sonrió, muy contento. Había aprendido que ser un líder no solo implica ser fuerte, sino también ser comprensivo y escuchar. Esa noche, al regresar a casa, Enzo se sintió más conectado que nunca con su amada selva y sus animales.

Y desde ese día, Enzo siempre prometió volver a la selva, no solo como un visitante, sino como un amigo que ayuda a resolver problemas y a unir a todos en armonía. Así se convertía en un verdadero rey del corazón de la selva, demostrando que, tal como en el Rey León, la amistad y la colaboración siempre llevan al mejor camino.

FIN.

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