El Reino de la Colaboración Mágica



Había una vez en un mundo mágico y colorido, donde los ojos eran seres especiales que vivían en armonía con la naturaleza. Cada ojo tenía su propia personalidad y habilidades únicas.

En el reino de los Ojos Brillantes, vivía Maya, un ojo marrón con mucha máscara de pestañas. A pesar de tener una apariencia diferente a los demás, Maya era muy amable y siempre estaba dispuesta a ayudar a sus amigos.

Un día, mientras paseaba por el bosque encantado, Maya escuchó un llanto desconsolado. Se acercó sigilosamente y descubrió a Lunita, un ojito azul brillante que se sentía triste porque no podía ver las estrellas en la noche.

"¿Qué te pasa, Lunita? ¿Por qué lloras?" preguntó Maya con ternura. "Oh, Maya, estoy triste porque soy tan pequeña que no puedo ver las estrellas como tú. Me siento insignificante", respondió Lunita entre sollozos.

Maya se acercó a Lunita y le secó las lágrimas con sus largas pestañas. Con voz suave le dijo:"No importa si eres pequeña, cada uno de nosotros tiene un propósito especial en este mundo. Tú iluminas la noche con tu brillo único y eso es algo maravilloso".

Lunita miró a Maya con admiración y lentamente comenzó a sonreír. Juntas decidieron buscar una solución para que Lunita pudiera ver las estrellas como tanto deseaba.

Caminaron por el bosque hasta llegar al lago de aguas cristalinas donde vivía Luna, la guardiana de las estrellas. Luna escuchó atentamente la historia de Lunita y Maya, y con una sonrisa les dio una varita mágica. "Con esta varita podrás alcanzar las estrellas y traerlas más cerca de ti", dijo Luna con voz melodiosa.

Lunita tomó la varita entre sus manos temblorosas y cerrando los ojos pidió un deseo desde lo más profundo de su corazón. De repente, miles de estrellas brillantes descendieron del cielo llenando el lago con su resplandor.

Los ojos del reino se reunieron maravillados ante el espectáculo celestial que habían creado Lunita y Maya juntas.

Desde ese día, todas las noches Lunita podía disfrutar del hermoso brillo de las estrellas gracias a su valentía y determinación para hacer realidad sus sueños. La moraleja de esta historia es que nunca debemos subestimar nuestras capacidades por ser diferentes; cada uno tiene algo especial que ofrecer al mundo si confiamos en nosotros mismos y trabajamos juntos hacia un objetivo común.

Y así fue como Maya enseñó a todos en el reino que la verdadera magia reside en aceptarnos tal como somos y valorar nuestras diferencias como parte importante de nuestra identidad única.

FIN.

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