El Reino de la Felicidad



Había una vez en un reino muy lejano, un bufón llamado Mateo que era famoso por hacer reír a todos con sus chistes y travesuras.

El rey, sin embargo, no tenía mucho sentido del humor y se cansó de las payasadas de Mateo. Un día, el rey decidió sentenciar a Mateo a la ejecución pública. Todos en el reino estaban sorprendidos y tristes por esta noticia, ya que Mateo era muy querido por su amabilidad y alegría.

El hijo del rey, el príncipe Nicolás, había crecido viendo las actuaciones de Mateo y siempre lo admiraba en secreto.

Aunque sabía que su padre no estaba contento con él, Nicolás nunca dejó de apreciar la risa y felicidad que el bufón llevaba al pueblo. Cuando Nicolás se enteró de la sentencia de muerte contra Mateo, sintió una gran injusticia. No podía permitir que algo tan terrible le sucediera a alguien tan especial como él.

Decidió tomar cartas en el asunto e idear un plan para salvarlo. Una noche oscura y lluviosa, cuando todos dormían profundamente en el castillo real, Nicolás se deslizó sigilosamente fuera de su habitación.

Se dirigió hacia la celda donde estaba encerrado Mateo y usó una vieja llave para abrir la puerta. —"Mateo" , susurró Nicolás emocionado mientras entraba en la celda. "He venido a salvarte". Mateo miró al príncipe con incredulidad pero luego sonrió ampliamente.

"¿De verdad? ¡Eres increíble, mi príncipe!". Juntos, escaparon del castillo y se adentraron en el bosque. Sabían que no podían quedarse mucho tiempo allí, ya que los guardias reales pronto descubrirían su fuga.

Decidieron buscar refugio en una pequeña cabaña abandonada en las afueras del reino. Durante días y noches, Nicolás y Mateo vivieron juntos en la cabaña. Aprendieron a cuidar uno del otro y compartieron muchas risas y momentos felices.

Mateo le enseñó al príncipe cómo hacer trucos de magia y Nicolás le contó historias emocionantes sobre aventuras pasadas de su familia real. Pero pronto, la noticia de su fuga llegó a oídos de los habitantes del reino.

La gente estaba dividida: algunos estaban furiosos por desafiar al rey, mientras que otros admiraban el coraje del príncipe por seguir su corazón. El día llegó cuando el rey envió a sus soldados para capturar a Nicolás y traerlo de vuelta al castillo.

Los soldados rodearon la cabaña mientras Mateo intentaba proteger al príncipe con todas sus fuerzas. Nicolás sabía que no podía dejar que Mateo pagara por salvarlo. "¡Alto!", gritó valientemente. "Soy yo quien debe asumir las consecuencias".

El príncipe salió de la cabaña con lágrimas en los ojos pero con determinación en su corazón. Mientras caminaba hacia los soldados, algo extraordinario ocurrió: el pueblo comenzó a unirse para apoyarlo. Gritaron consignas de libertad y justicia, exigiendo que el rey reconsiderara su sentencia.

El rey se encontró en una encrucijada. Se dio cuenta de que había cometido un error al condenar a Mateo y al separar a su hijo de alguien que lo hacía feliz.

Finalmente, decidió escuchar las súplicas del pueblo y perdonar tanto a Mateo como a Nicolás. El reino celebró la reconciliación entre el rey y su hijo, así como el regreso triunfal de Mateo.

A partir de ese día, nunca más se juzgó a nadie por traer risas y alegría al mundo. El rey aprendió la importancia de valorar la felicidad y permitir que cada persona encuentre su propia forma especial de hacer sonreír a los demás.

Y así, Mateo continuó siendo el bufón favorito del reino, mientras Nicolás creció para convertirse en un rey sabio y compasivo. Juntos, trabajaron para construir un lugar donde todos pudieran ser libres para expresarse tal como eran.

Y esta historia nos enseña que no debemos juzgar ni castigar a aquellos que nos hacen felices con sus talentos únicos. Todos merecen ser amados y apreciados por quienes son, sin importar cuán diferentes sean. Fin

FIN.

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